La Semana Santa del pasado año estuvo marcada por el confinamiento. La de este año quedará marcada por las contradicciones.
Los españoles, salvo en casos que por lo complicado mejor no tener que hacerlo, no podemos salir de nuestra comunidad autónoma durante las vacaciones de Semana Santa. El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud ha acordado el cierre perimetral de todas las comunidades y de las ciudades autónomas entre el 26 de marzo y el 9 de abril. La única excepción la constituyen las islas Baleares y las islas Canarias, que mantienen abierto su territorio para la llegada de turistas extranjeros. Con estas medidas de contención, el Gobierno pretende frenar la propagación del coronavirus y evitar que tras el periodo vacacional nos encontremos nuevamente ante otra ola de contagios como sucedió después de las fiestas navideñas. Pero esto ni se lo creen ellos, ni nos lo creemos nosotros.
El sábado, desde Tenerife, alguien relacionado con la hostelería, me comentaba que los hoteles están a tope de extranjeros. Estos turistas, ni es la primera vez que vienen, ni vienen a hacer turismo de cultura, como dice la nueva ministra, son, en su mayoría alemanes, que vienen a disfrutar del sol y de las playas de día y a beber hasta el hartazgo de noche.
Claro que se alegraba, como nos alegramos todos, de que los hoteles empiecen a recuperarse económicamente, pero no salía de su asombro, y tiene sus razones: su padre cumple 98 años en estos días, son dos hermanos, querían celebrarlo comiendo juntos en un restaurante, pero como no pueden estar más de cuatro personas en la mesa, y en terraza, claro, en el interior ni pisar, han decidido celebrarlo con la familia de un hijo el Domingo de Ramos y con la familia del otro el Domingo de Resurrección. Y ante estas contradicciones se preguntaba lo que me pregunto yo: ¿Es que el virus está capacitado para abandonar los hoteles y marcharse a recorrer bares y restaurantes, o es que tiene instrucciones de salvar a los grandes y arruinar a los pequeños?
Cada cual puede creer lo que quiera, pero, o muy equivocados estamos nosotros, o la próxima Semana Santa, si no es de confinamiento como la del año pasado, o de contradicciones como la de este año, será, seguramente, porque si no ha llegado, ya estamos más cerca de la anunciada "nueva normalidad".