Programemos lo que vamos a hacer cada día, dejemos la mente, la voluntad, el interior. Dejemos la vida interna y hagamos en todo como las máquinas. Programemos cuantos paseos vamos a dar cada día, por donde los daremos. Para qué perder tiempo, el tiempo que es algo interior, por qué no domarlo. Programemos los besos que vamos a dar nuestra mujer, los apretones que daremos a nuestros amigos. Programemos los libros que vamos a leer y que nos los metan en píldoras en la cabeza o por las venas. Por qué dejar nada al azar, por qué dejar que el interior nos sorprenda. El interior es un abismo, más vale no dejarse llevar por los abismos.
Programemos qué películas vamos a ver. Programemos todo el resto de nuestra vida. Y nos convertiremos en máquinas muy eficientes y muy aparentes. Todo por fuera tendrá el aspecto de la felicidad y del control. Todo funcionará de maravilla y los programas se felicitarán unos a otros. Habremos eliminado la angustia y la inquietud interiores. Programemos a dónde vamos a ir de vacaciones cada año, lo mejor es que vayamos a Benidorm o algo equivalente todos, y programemos cuantas cervezas nos tomaremos y en qué postura las tomaremos. Tomaremos incluso los chistes que vamos a soltar en el bar, por qué dejar las cosas al albur de lo que salga del interior, hay que eliminar el interior. Hay que eliminar toda inspiración y toda vida. Las máquinas nunca se equivocan, me dijo una vez una cajera de un supermercado.
Y como nunca se equivocan hagamos todo mecánico. Ya no solo hay que programar con el termostato la temperatura de un edificio, hay que programar todo en la existencia. Y suprimir todo lo interior que no se deja programar. Suprimir incluso la misma existencia si resulta un estorbo.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR