Hombres a la carta. Sí, creo que ya se puede pedir un hombre a la carta en un laboratorio. Tú vas y dices: 'lo quiero así: alto, guapo y atlético'. Y te lo hacen a medida. Cosas de la biogénesis. Y aspiraciones de este hombre de hoy que parece que está tan descontento de sí mismo que está buscando ser otro, ser un superhombre. Con lo hermoso que sería ser él mismo, ser hombre.
Pero hay muchos que piensan y se preguntan si en estos tiempos, que llaman de progreso, de ingeniería genética no habremos perdido el norte. Uno de esos pensadores que se hacen preguntas ante los avances de la ciencia, con preocupación, no sea que el hombre sea engullido, aniquilado por el mismo hombre, o por sus perfecciones y deformaciones, es Michael Sandel, un profesor norteamericano, que tiene mucha audiencia porque plantea muy bien los problemas morales que pueden venir de la biogenética. Sin entrar en los que nos dejan entrever las películas de ciencia ficción, señalaremos alguno de los que plantea dicho pensador en su libro que titula "Contra el perfeccionismo". Se pregunta si sería justo que un atleta de diseño, de esos hechos a medida, y que por cierto ha costado mucho dinero hacerlo y sólo lo pueden hacer los que tienen ese dinero, ganara en unos Juegos Olímpicos dejando atrás a los demás atletas, que se han preparado durante años y compiten con entrenamiento y esfuerzo e incluso gastando su dinero para estar en forma. La conclusión es que el perfeccionamiento del ser humano está bien, si se consigue por los medios naturales, pero sería injusto e inmoral el conseguido por medios y métodos que sólo están al alcance de algunos y, por tanto, están en ventaja de los demás. Lo que pasa es que en un mundo relativista y decadente como el nuestro eso de la moral y la justicia son conceptos un poco raros.
Se pueden plantear muchos más problemas derivados de la ingeniería genética, pero por hoy es suficiente.