En el Evangelio de san Juan 3, 14-21 se nos habla del amor de Dios. Tanto amó Dios al mundo que envió su Hijo, no para condenarlo sino para salvarlo. Jamás tendremos una prueba mayor mejor de lo que nos ama el Padre.
Dios es amor; el ser mismo de Dios es amor. Dios ama con un amor eterno y gratuito. Nos ama sin esperar nada a cambio. Israel lo experimentó a lo largo de su historia. Nosotros también lo hemos experimentado.
Sabemos que Dios es un padre bueno y amoroso para con todos los seres humanos, especialmente para con los ingratos y malos, los desorientados, los abatidos y deprimidos. Él hace salir el sol para todos, Él sabe amar y perdonar.Él no nos ama porque nosotros seamos buenos, sino porque Él es bueno.
Dios es como el sol: da luz, calor y vida en abundancia.
Si Dios nos ha amado, nosotros debemos amarlo con todo neustro corazón, alma y fuerzas. ¿Cómo sé yo que amo a Dios, preguntaba un discípulo a su maestro. El maestro cogió un cubo de agua? Que sentías, que me ahogaba. Cuando sientas que necesitas a Dios como el aire, es que lo amas de verdad. Y amar a Dios conlleva amar al hermano
"¡Me amas más de lo que yo me puedo amar ni entiendo! Sin tener que amar amáis, engrandecéis nuestra nada" (santa Teresa de Jesús).