El domingo, camino de mi parcela, donde iba a preparar la huerta, escuche una entrevista en la radio con el juez Emilio Calatayud de Granada. Un juez con mucha experiencia, muy creativo y positivo en el tratamiento de los casos. Es un juez de menores muy valioso.
Solo pude escuchar cinco minutos. Espero que mis recuerdos no tergiversen sus palabras.
Entrevistadora: ¿Qué podemos hacer con los menores que maltratan a sus padres y los jóvenes mayores de 18 que hacen estas cosas en Barcelona?
Respuesta: A los menores que maltratan a los padres, denunciarlos. A los mayores de 18 que no estudian ni trabajan, echarles de casa.
La entrevistadora reaccionó diciendo: Las calles estarían llenas de vagabundos, etc.
Respuesta del juez: El campo estaría lleno de trabajadores jóvenes. Hay mucho trabajo en el campo. Yo les daría una muda y les echaría de casa. Si trabajaran, no dedicarían las noches a estas cosas.
Son respuestas muy contundentes, pero debieran hacernos pensar.
Seguro que el juez dijo otras muchas cosas, yo le tengo por lúcido, porque conozco su trayectoria.
¿Usted qué opina?
Yo creo que, en primer lugar, el sistema de libre mercado que tenemos no resuelve el tema de la desigualdad.
Los partidos políticos tienen poco poder frente al sistema financiero mundial. Cuando éste sistema tiene problemas, los ciudadanos tenemos que cargar con las consecuencias. El capitalismo de antes lo manejaban personas que arriesgaban, se hacían ricos o se arruinaban. El de ahora arriesga el dinero que ahorra la población y, si les va mal, les tenemos que salvar. Han hecho un entramado del que los Estados no pueden prescindir ¿Cuánta deuda tiene España, cuánta deuda compra cada poco? ¿Quién pagará esta deuda? Será la herencia que dejamos a los hijos y a los jóvenes.
Por eso, siempre digo que esta democracia es un mal menor (para muchos, no un mal pequeño). No soy antisistema, porque otras soluciones que conozco son peores; pero estoy decepcionado y preocupado por los problemas que tenemos y los que le vamos a dejar a la siguiente generación.
En segundo lugar, la educación de los hijos en la familia, aunque, en la mayoría de los casos es razonablemente buena (es la institución que mejor funciona), tiene carencias. Nos falla, en no pocos casos, una disciplina que les enseñe no solo a ser cuidados, sino a cuidar, no solo a ser atendidos y protegidos incondicionalmente, sino a participar y colaborar en las labores familiares y tomarse en serio los estudios o el trabajo. Tienen que aprender que no solo tienen derechos sino también obligaciones. Son los hijos de la abundancia. Los padres, incluso en situaciones precarias, les educan para "que no les falte nada". La fiesta de reyes, y es solo un ejemplo, es la metáfora mayor del consumo exagerado; bastantes casas parecen un almacén de juguetes. Seguro que a usted se le ocurren otros muchos ejemplos.
El miedo a las más pequeñas frustraciones de los hijos atenaza a los padres.
¿Cómo es posible que un menor pueda llegar a maltratar a los padres a abuelos y a los maestros? ¿Y cómo es posible que un mayor de edad se niegue a estudiar o trabajar? "El trabajo que me lo traigan a casa y que me guste". Y sino, que me de una ayuda el gobierno.
Estamos fracasando con una minoría de menores y jóvenes que rompen las reglas básicas de convivencia familiar y social.
Es un movimiento nacional (en España especialmente en Barcelona, pero no solo) e internacional destructivo para ellos mismos ( el sistema es más fuerte, un entramado que no van a poder romper, a pesar de los políticos que les alientan, engañándolos ; ellos ya pertenecen a una casta y están a salvo). Es destructivo también para la sociedad, desde muchos puntos de vista.
Es verdad que el juez hace afirmaciones radicales, teniendo en cuenta el paro juvenil y tantos sueldos que no dan para el alquiler y comer ¿Cómo irse de casa? Seguro que los padres, si los hijos intentan trabajar o estudiar, no les van a fallar, como ya han hecho en las dos últimas crisis.
¿Y qué esperar de la escuela, en un país que es incapaz de tener un sistema educativo consensuado y con alguna estabilidad? La escuela no puede sufrir la lucha entre partidos.
Aun así, gracias a los maestros (como a los sanitarios, no a la sanidad) creo que la escuela, con sus limitaciones, manipulaciones políticas y desilusión de no pocos funcionarios, es la segunda institución mejor del país. La institución más universal (la familia está menos garantizada) que podría, a lo largo de tantos años, socializar en valores universales compartidos y enseñar la importancia del trabajo y el esfuerzo.
De los medios, internet y la cultura, solo es posible sacar provecho si la familia y la escuela funciona bien. Si no es así, estos logros sociales se convierten en una amenaza para la infancia. La educación para el consumo (del móvil, internet, etc.), en un mercado manipulador y omnipresente, es básica.
Tenemos que defender a los menores de demasiados riesgos y educar a la infancia para que no naufrague.