Toribio Rodríguez durante la entrevista. | Marisa Rodero Serrano


LAS VILLAS
Actualizado 05/03/2021
Jorge Holguera

Andaba en bicicleta hasta hace dos años

Placido Toribio Rodríguez Bellido es un conocido vecino de Aldearrubia. A sus 98 años, es el más anciano de la localidad. Fue alguacil del ayuntamiento y agricultor. Sólo pide llegar a los cien, algo que ocurrirá, si Dios quiere, el 9 de septiembre del 2023.

El testimonio de este aldearrubiense habla de un siglo de evolución constante por encima de las adversidades. Antes de nacer, recuerda un episodio semejante a la actual pandemia del coronavirus. Se trata de la gripe, que en esta localidad salmantina se llevó a muchas personas. Una muestra de aquellas defunciones fue la necesidad de que dos hombres del lugar no cesaran de realizar viajes hacia el cementerio, provistos de unas parihuelas con las que cargaban al difunto.

Toribio, como es más conocido en su pueblo, nació mientras reinaba Alfonso XIII, asistió a la escuela hasta que cumplió catorce años. De la Segunda República apenas guarda recuerdos, pero si se acuerda de las necesidades que se vivieron durante la guerra, en que muchas familias tenían que comer algarrobas como si fueran lentejas. En este sentido considera que los aldearrubienses eran privilegiados, porque mientras en otros lugares se pasaba hambre, en la localidad se sembraban lentejas, garbanzos y trigo, que evitaban llegar a extremos de falta de alimentos. En aquellos años recuerda el racionamiento de alimentos, entre ellos el aceite o el azúcar, que cada familia recogía con aquellas cartillas creadas para dar solución a la crisis existente.

Su padre Donato Rodríguez fue agricultor. Su madre se llamaba Ángela Vellido. En su casa paterna eran ocho hermanos. Es viudo y tiene ocho hijos, quince nietos y 21 bisnietos.

Como agricultor cultivó trigo, cebada o centeno, además de hortalizas para el autoconsumo. Llegó a tener un par de mulas. A diario tenía que madrugar para atender el campo y a las diez estar en el Ayuntamiento a realizar trabajos como puede ser la cobranza de impuestos a los vecinos.

Siendo alguacil contaba con una trompeta para dar a conocer los anuncios municipales por el pueblo.

En la actualidad disfruta de una vida saludable, ahora se pasea con un cochecito al que llama Colibrí, y hasta hace dos años se desplazaba en bicicleta. Confiesa que el secreto de su bienestar es una buena alimentación en la que no faltan cuatro o cinco nueces diarias, porque está convencido que el consumo de frutos secos y principalmente estos, evita de enfermedades como puede ser el cáncer.

Muchas son las cosas que antes eran diferentes y que Toribio atesora en su memoria. Antes no se vivía como ahora y se trabajaba de otro modo. Las tareas eran manuales. En las tierras echaba la cabeza y dejaba a su hijo soltando las mulas. Se segaba a mano y si les dolían los riñones "como si no, tenías que continuar", anota.

En esos tiempos en el pueblo se criaban en torno a 800 cochinos para las matanzas domiciliarias. En su casa solían matar tres de un peso superior a los 200 kilos. "No sobraban ni los huesos y ahora no se comen ni el tocino", declara.

Un alimento tan básico como el pan, no se compraba en las panaderías ni lo hacían los panaderos, se hacía en las casas, los vecinos se turnaban para poder comerlo más reciente y lo llevaban a cocer a uno de los cuatro o cinco hornos que por entonces había en Aldearrubia.

Otra escena cotidiana de las calles de la localidad eran las gallinas por el pueblo. Salían durante todo el día, iban a la casa a poner los huevos y cuando van a dormir por la noche.

Los niños de su época no jugaban al fútbol, se divertían con la pelota mano, jugaban a a los guardias en el atrio de la iglesia y también al escondite.

En tiempos del franquismo los jóvenes recibieron instrucción. Se libró de ir a la quinta porque su padre era sexagenario, pero los de su promoción, la quinta del 43, estuvieron cuatro años cumpliendo el servicio militar. Por otro lado, el no haber hecho la mili era una traba para poder optar a ser Guardia Civil, porque se exigía como requisito. Si consiguió la plaza de funcionario del Ayuntamiento a sus 58 años. Tuvo que hacer un examen y a partir de ahí comenzó a cobrar mejor sueldo, porque antes trabajaba media jornada.

Otra historia que conocen muy bien la la casa de Placido Toribio Rodríguez es la de la llegada del teléfono a Aldearrubia, porque su mujer e hijas se encargaron de la central telefónica hasta que se instalaron los teléfonos particulares.

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