OPINIóN
Actualizado 22/02/2021
María Jesús Sánchez Oliva

Los graves disturbios provocados por el ingreso en prisión del rapero Pablo Hasel han puesto de manifiesto que todavía quedan en nuestro país muchos sectores que confunden la libertad de expresión con el hacer apología o ensaltación de un delito. Una cosa es, por muy doloroso que resulte, alegrarte de la muerte de un torero por estar en contra de las corridas de toros, y otra muy distinta es desear un tiro en la nuca y parecidas barbaridades para políticos con nombres y apellidos, miembros de las Fuerzas de Seguridad y de la Casa Real. En el primer caso es una total ausencia de sensibilidad, de educación y de respeto al género humano que merece el desprecio, el aislamiento y la censura de toda la sociedad; en los siguientes es una clara invitación al crimen, al odio, al enfrentamiento, y quien comete estos delitos debe asumir sus responsabilidades.

No sé si el tal Hasel canta bien o canta mal, ni siquiera sabía que existía tal cantante, pero antes de hilvanar estas líneas me he tomado la molestia de leer parte de las letras de algunas de sus canciones, por llamarlas de alguna manera, y me preocupa que tantos jóvenes se hayan echado a la calle para exigir su indulto.

Hoy por hoy, los jóvenes españoles, muy al contrario de los que tuvimos que hacerlo en otro tiempo no tan lejano como ellos puedan creer, disponen de medios para exigir que se haga bien lo que entiendan que está mal hecho: recoger firmas, acudir a los medios de comunicación, manifestarse civilizadamente, utilizar las redes sociales? pero han preferido invadir las calles de nuestras ciudades cargados con mochilas repletas de piedras y artilugios para quemar contenedores, romper escaparates,, tirar árboles, bancos, papeleras? de lo que se desprende que no iban con intención de arreglar el mundo, que iban dispuestos a acabar con él. Y el apoyo recibido por parte de algunos políticos que siguen defendiendo que censurar tan vergonzosos espectáculos es ir en contra de la libertad de expresión hace pensar que lo hacían manipulados. Para dejar de pensarlo, es necesario que se depuren responsabilidades lo antes posible, y tanto bándalos como instigadores sean juzgados y condenados a pagar los destrozos, porque si esto no es delito, ¿qué otra cosa puede ser?

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