OPINIóN
Actualizado 20/02/2021
Francisco Aguadero

Tanto en los momentos contemporáneos como en la historia hay temas que son recurrentes, más allá del grado de importancia que en realidad tengan o que le queramos dar. Es el caso de la Monarquía Española que, como otras tantas cosas, tiene sus altos y bajos de interés y popularidad.

En estos momentos la Monarquía Española está en boga y en boca de propios y ajenos. Todo el mundo se siente interesado y capacitado para hablar y opinar sobre ella, su pasado y su futuro, como corresponde al ejercicio pleno de la democracia en un estado de derecho.

Sería bueno que, como hace este humilde historiador licenciado en historia contemporánea, nos fijáramos un poco más en aquellos historiadores que han hecho de la investigación social e histórica su profesión, nos dan luz sobre lo que pasó y apuntes sobre lo que puede llegar a pasar.

Ahí están grandes historiadores hispanistas como Raymond Carr, Hugh Thomas, Paul Preston, John Elliot, Ian Gibson, Gabriel Jackson, Joseph Pérez, Pierre Vilar, Manuel Tuñón de Lara, Miguel Artola, Antonio Elorza y otros tantos autores de diversas obras sobre la historia contemporánea de España, nuestra forma de estado, nuestro carácter, cómo nos organizarnos y nuestra manera de vivir.

Con el término de Monarquía Española se designa la organización política del Estado y del Gobierno en España. Para algunos y como seguidamente veremos, la institución arranca con los llamados Reyes Católicos allá en el siglo XV y llega hasta nuestros días. Más de 500 años de institución. En su trayectoria hubo una reforma con el paso al nuevo régimen, fue interrumpida en dos periodos cortos por la Primera República entre 1873-1874 y por la Segunda República entre 1931-1939, además del régimen franquista entre 1939-1975.

El concepto de Monarquía Hispánica hunde sus raíces en la Baja Edad Media y en los cuatro grandes reinos que a principios del siglo XV existían en la Península Ibérica: Castilla, Aragón, Navarra y Portugal. Además del reino nazarí de Granada, último reducto musulmán en la península. La unión dinástica de las coronas de Castilla y de Aragón por el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, posibilitó la incorporación de Navarra y de Granada a la nueva corona. Por lo que se puede considerar que la Monarquía Hispánica tiene su origen en esa unión matrimonial y dinástica de 1479 a la que más tarde y por bula papal del 19 de diciembre de 1496, se le dio el sobrenombre de Reyes Católicos. Aunque en el interior de sus reinos Isabel y Fernando nunca utilizaron el título de Reyes de España, en el exterior sí se les reconoció como tales desde finales del siglo XV.

Algunos pensamos que la Monarquía Hispánica se consolidó en 1516, cuando Carlos de Gante se hizo proclamar Rey. Hijo del último gobernante de la estirpe castellana de los Trastámara, Juana I de Castilla, reina legítima desde la muerte de Isabel, a pesar de la hipotética incapacidad mental, mientras que el propio Fernando solo tenía, en aquellos momentos, el título de Gobernador de Castilla. Bajo amenaza de las armas, los nobles castellanos se vieron obligados a firmar un documento impuesto por cortesanos flamencos y el Cardenal Cisneros, cuya fórmula imaginaria añadía a Carlos como Rey, junto a su madre. Este acto es considerado por muchos historiadores, entre los que me encuentro, como un auténtico golpe de Estado. Con la llegada de la Casa de Habsburgo a la Corona de Castilla en 1517, Carlos I se autoproclamó rey de todas las Españas.

Otros historiadores retrasan el inicio de la Monarquía Hispánica al principio del reinado de Felipe II en 1556, una vez cartografiada toda América, hecha la exploración global y la expansión territorial, siendo el primer imperio de ámbito mundial, con territorios en todos los continentes habitados y alcanzando la tan ansiada unión dinástica, esa unión de reinos, estados, dominios o títulos de soberanía bajo un mismo soberano gobernante.

Con la separación de Portugal en 1640, la pérdida de los territorios europeos por los tratados de Utrecht y Baden (1713-1714), la llegada de la Casa de Borbón con Felipe V y los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), se produjo la implantación de una mayor homogeneidad territorial y centralización política. El concepto de España fue reducido y comenzó a utilizarse más habitualmente el término de Monarquía Española. Posteriormente, con el paso del Antiguo Régimen al nuevo régimen perdió su condición de monarquía absoluta. Luego de las revoluciones liberales del siglo XIX, con la transformación de España en un estado liberal, por la Constitución de 1812 la soberanía pasa a ser nacional, no del rey, se convierte así en Monarquía Constitucional y quedan limitados los poderes del rey.

Tras la última interrupción habida entre 1939-1975, España volvió a constituirse en Reino por aprobación de las Cortes franquistas de la quinta Ley fundamental sobre la Sucesión en la Jefatura del Estado, situando a Juan Carlos como heredero a título de rey. El 22 de noviembre de 1975 y con el título de Juan Carlos I de España, se restablecía la Monarquía Española, definida por la Constitución de 1978 como una Monarquía Parlamentaria, dentro de un Estado social y democrático de Derecho en el que la soberanía nacional reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado (Título preliminar, artículos 1, 2 y 3). Cuestión que todos deberíamos tener en cuenta.

Pasados más de 40 años desde la restauración de la Monarquía, la evolución democrática de la sociedad española y teniendo en cuenta algunas conductas o acciones poco edificantes en los últimos tiempos del hoy rey emérito, la Monarquía Española necesita de una revisión y actualización sosegada que haga fructífero, para el conjunto de los españoles, el reinado del actual Felipe VI.

Les dejo con Pasión Vega y "Suspiros de España"

Aguadero@acta.es

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