Hace tiempo, al terminar mi carrera, me dediqué un par de años a trabajar en selección de personal. En la empresa francesa donde trabajé, aprendí a encontrar, de los diversos candidatos para un puesto, quién o quiénes de ellos poseían las aptitudes ( con "p", decíamos) y las actitudes que el puesto solicitado requería para su buen desarrollo; algunas capacidades como buen nivel intelectual, capacidad de iniciativa, capacidad de coordinar y motivar un grupo para la eficacia en la tarea, actitudes diplomáticas?eran comunes a la mayoría de puestos de trabajo con un nivel determinado, como por ejemplo: jefe de fábrica, director comercial, jefe de ventas, responsable de proyectos, etc. La posesión o no de esas capacidades, unida a su experiencia profesional en puestos similares decidía, obviamente, su selección o rechazo para el puesto.
Pasados esos cien primeros días prudenciales que se consideran suficientes para un período inicial de prueba y rodaje, comencé a observar la conducta de la elegida Sra. Ayuso, como Presidenta de la Comunidad de Madrid.
Antes de seguir la "exploración" del misterio de la Sra. Ayuso, debemos admitir a priori que la tendencia política de una persona es independiente de sus capacidades de líder: tenemos sobrada experiencia de políticos/as conservadores con altas aptitudes directivas y otros de la misma tendencia política, con muy bajas capacidades; y exactamente lo mismo ocurre con políticos de ideología de izquierdas. No es el programa general ni las tendencias sociales de sus decisiones, las que determinan la calidad de su liderazgo, sino cómo, con qué eficacia ejecutan su programa. Y aquí es donde nos topamos con el misterio de la elección de la Sra Ayuso, en su doble vertiente: la primera, ¿por qué alguien eligió a una persona que no muestra poseer el nivel mínimo de eficacia en la tarea de dirigir la compleja Comunidad de Madrid? Y segunda pregunta: ¿Quién eligió a la Sra. Ayuso, sabiendo muy probablemente de qué pie y de que parte del cerebro cojeaba?
La investigación pormenorizada de las conductas y decisiones de la presidenta durante todo este primer año, me ha hecho llegar a un hallazgo insólito, en la historia de la disciplina "selección de personal": la conclusión a la que he llegado es que el o la responsable de darle el visto bueno, fue alguien que no encontró otro candidato mejor que ella en su grupo político; a estas alturas es casi increíble esta conclusión: ¿no había ningún candidato/a mejor en todo el partido? No; pero además la candidata elegida, la Sra. Ayuso poseía- pensó el responsable de la selección- una inesperada capacidad: sus dotes de cómica eran extraordinarias. El responsable de la selección juzgó que estas dotes ¡estaban a la altura de la comicidad de los Hermanos Marx! Desde el comienzo de la pandemia este responsable apreció con clarividencia, que durante la dolorosa y triste etapa que se avecinaba, la población en su conjunto iba a estar recibiendo noticias y datos sobre los hechos pandémicos completamente negativos; es decir los españoles estarían por largo tiempo, temerosos y depresivos. ¿Qué mejor antídoto para este fatal estado de ánimo que una figura pública que cada día hiciera reír, frecuentemente a carcajadas, que cada día captara la maltrecha atención de una población sumida en el pesimismo, con ocurrencias que ni al gran Chaplin se le habrían ocurrido? ¿Acaso alguien pone en duda que el humor, el provocar risa, es la mejor medicina para los estados depresivos?
Así debió pensar el responsable de esta selección de candidata. Intuyó también, certeramente, que de los asuntos políticos que estaban sin resolver (la sanidad, la educación, el paro, las relaciones con otras Comunidades, etc. etc.) nada se iba a poder hacer desde esa Presidencia, ni desde ninguna de las Conserjerías. Por lo tanto, debió de concluir, al menos la gente se podrá reír, que es una de las cosas que más desea la gente cuando lo pasa mal.
¿Quién fue ese responsable de seleccionar el/la candidata para la Presidencia de Madrid? Para responder a esta pregunta deberíamos comenzar a identificar su nombre metódicamente: empecemos por la A. Y comprobaremos que el responsable que buscamos no está "en lejanos desiertos", sino muy cerca de nosotros.