La versión de la Iglesia católica (no solo) es bien conocida y no necesitamos extendernos en ella: Dios creó a un hombre y una mujer y le mandó multiplicarse. Las Iglesias cristianas han hecho del matrimonio un sacramento que une a un hombre y una mujer de por vida: "lo que Dios une, no lo separe el hombre". Por eso el divorcio no es aceptado por la iglesia católica; y quienes se divorcian quedan fuera de ella.
El matrimonio monogámico y de por vida ha sido y es una alternativa muy duradera a lo largo de la historia y extendida en gran parte del mundo. Tiene buenos resultados para muchas personas y familias. De hecho, entre nosotros, es la institución social más valorada. No es esto lo que critico; sino el convertir una libre decisión de las personas y las parejas en un mito y una obligación para todos. Muchos científicos y profesionales y numerosos Estados (el nuestro durante toda la dictadura de Franco) han legitimado esta creencia, haciéndola lo obligatoria. Especial ridículo ha sido el uso que han hecho no pocos científicos que, siguiendo sus creencia, buscaban ejemplos en otras especies, real o supuestamente monógamas, para justificar que también los humanos lo somos y lo debemos ser. Cuando los científicos confunden las creencias religiosas con "la naturaleza" del ser humano no hacen ciencia, sino que se convierten en predicadores de lo que creen, no de lo que deberían saber o dudar de ello.
En el caso de la Iglesia, ser trata de una moral privada respetable; pero la prohibición del divorcio ha provocado mucho sufrimiento y resulta tener poco que ver con la realidad, incluso de no pocos creyentes. Cuando se despenaliza el divorcio, como ocurre entre nosotros, se divorcian de forma bastante similar creyentes y no creyentes.
Lo primero que es importante constatar es que convivir en pareja no es una obligación. Parece obvio, pero no lo es tanto. En el pasado, y aun hoy en algunos lugares y para bastantes personas, el proyecto de vida de todas las personas debía incluir el matrimonio heterosexual y la familia con hijos. Quedarse soltero o "para vestir santos", como se decía de las mujeres que no se casaban, era una gran desgracia. Desgracia de la que de una u otra forma se hacía responsable a la propia persona, que era declarada rara o poco valiosa.
La pareja no es una obligación, ni siquiera , necesariamente, la mejor solución. De hecho, cuando los convencionalismos sociales han dejado de presionar a las personas para que se casen, son un buen número las que finalmente se organizan la vida sin vivir en pareja.
Hoy se usan conceptos un poco más complejos y menos míticos, como puede ver en el esquema siguiente (leer en columnas):
Monogamia-----Monogamias--- -Monogamias---- Poliamor ---- Poligamia --------Sexo ocasional
social y secuenciadas sociales con normas sin compromiso
sexual sociales y sex. y fidelidad al
(Notas: La monogamia social no conlleva necesariamente la sexual. La poligamia es ilegal en numerosos países y una forma difcilmente compatible con la igualdad entre hombres y mujeres. La poliandria (una mujer y varios hombres ) es casi inexistente)
En todos los casos (salvo en la moral de algunas religiones) se acepta la separación y el divorcio.
Por ello, lo mejor es que cada cual tome las decisiones que considere más adecuadas, favoreciendo de buen grado la diversidad; que cada cual se organice la vida de relaciones íntimas como quiera y pueda, sin sentirse presionado a cumplir el proyecto que determinadas convenciones sociales le hacen. Vivir la propia diversidad, en pareja o sin ella, durante unos años o toda la vida, sin hacer comparaciones absurdas con los demás, construyendo su propia vida, sin tomar como medida para uno mismo lo que los demás hacen. Somos únicos y diferentes. Por otra parte, si revisamos el derecho comparado, nos daremos cuenta que en la mayoría de las sociedades se aceptaba el divorcio, precisamente para evitar conflictos o permitir cambiar de pareja.
Más allá de la historia de las formas de pareja y familia, lo cierto es que el ser humano, como sabemos, tiene la posibilidad de tomar decisiones sobre sus deseos, atracciones, enamoramientos y tipos de pareja y no hay motivos profesionales para cercenar esta libertad, si se ejerce la responsabilidad ética, con la pareja y las crías.