OPINIóN
Actualizado 01/01/2021
Álvaro Maguiño

Parece que Salamanca ha desenvuelto con ansias sus regalos de Navidad y se ha topado con una desilusión. Entre todos los papeles decorados con motivos invernales, ha recibido temperaturas bajo cero. Y estas temperaturas ya son un regalo típico en estas fechas tan señaladas. El frío hace arraigo entre las porosidades de las rocas y amenaza con quedarse a vivir allí hasta que lo arranquen de cuajo y sin previo aviso. Lo raro sería que Salamanca recibiera de regalo el calor del otro hemisferio, pues eso significaría que tenemos un problema climático demasiado grave. Y nadie quiere sumar otra crisis a la creciente lista. Seguro que alguno de los propósitos de año nuevo de mucha gente es tener una mayor concienciación medioambiental y quizás sea uno de los mejores. Igual de importante es cuidar nuestra salud y la de los nuestros como lo es cuidar del planeta.

En Año Nuevo, muchos se comprometen a cambiar sus actitudes. Y conforme pasan los días, esos compromisos se diluyen en la dejadez así como el azúcar desaparece en la espesura del chocolate caliente. Quizás hemos perdido la costumbre de luchar para ser mejores cada día. Un año ha sido demasiado tiempo para olvidar. Muchos propósitos de año nuevo quedaron en saco roto durante el día más largo de 2020. Más bien parecía que el tiempo tenía sus propios planes y quería divertirse sin que nadie le molestase con su parafernalia. Y es que todos los años es el mismo cuento sin final feliz, solo que esta vez no lo hemos arruinado nosotros. Una catarsis falsificada tras la tragedia que vivimos desde marzo ayuda junto a las luces LED a ambientar las fiestas navideñas. Como cada primero de enero, idealizamos el tiempo que todavía no hemos vivido y lo llenamos de expectativas imposibles. Los propósitos de año nuevo intentan opacar sin mucho éxito los fallos del pasado, con la ilusión de no volver a cometerlos. Y, sin embargo, todo en vano al no sentirse capaz de superar al pasado y verse atropellado por el presente. Aunque todo está cambiando una y otra vez, hay que esforzarse para seguir adelante con lo que tenemos y luchar siempre por más, porque el mundo no va a parar de girar mientras estemos un año más. Todos hemos acabado el año patas arriba, con el corazón en las manos y la cabeza en el pecho, desfigurados por la pandemia y afectados por el dolor. Hemos terminado alicaídos, como el pastorcillo del belén que no se sostiene por sí mismo y el espumillón que se resbala entre las ramas del árbol. Espero que hayamos aprendido que lo que antes era importante, hoy es irrelevante. ¿Cuál será nuestro devenir en los próximos meses?

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