OPINIóN
Actualizado 28/12/2020
Francisco López Celador

La célebre frase "Los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla", atribuida a varios pensadores, desde Confucio y Cicerón hasta el español Ruiz de Santayana, parece que siempre fue pronunciada pensando en los españoles. Es cierto que el ser humano nace con la predisposición a tropezar varias veces en la misma piedra, pero da la sensación que los caminos estuvieran peor asfaltados en España, porque aquí transcurre menos tiempo entre tropezón y tropezón.

Los españoles llevamos dos siglos intentando renovar nuestro país a base de retar a los poderes de cada momento a rectificar su conducta política, social y económica. Cada uno de estos intentos llevó aparejada la correspondiente reacción de los partidarios de no cambiar la historia. Las iniciativas progresistas, pero revolucionarias, de principios del XIX fueron silenciadas con la Dictadura de Primo de Rivera. Lo que pretendía ser temporal, además de ser una "dictadura con rey", acabó durando seis años, con sus luces y sus sombras.

La caída de Primo de Rivera socavó de paso los pilares de la monarquía. El llamado Pacto de San Sebastián (1930), aglutinó a partidos republicanos, nacionalistas, y al movimiento obrero, con la clara finalidad de derribar a la monarquía. Días de huelgas y conatos de levantamientos militares acabaron con sucesivos gobiernos, hasta que el almirante Aznar convocó elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. El resultado, 108 años después, sigue siendo tan desconocido como el número de españoles fallecidos a causa del Covid-19. Es cierto que las candidaturas republicanas vencieron en 43 capitales de provincia, pero todo apunta a que el número de concejales monárquicos fue superior al del resto de partidos. En cualquier caso, Alfonso XIII marchó hacia el exilio el 14 de abril, día en que fue proclamada la II República. Así daba comienzo un intento de transformación social y política. Tuvo cuatro etapas que transcurrieron en clara progresión decreciente en cuanto a la eficacia y peligrosamente creciente en la provocación. Bastó la irrupción del Frente Popular para que tardáramos sólo cinco meses en llegar a la Guerra Civil.

Nuevo traspiés de los españoles y vuelta a empezar. De todos nuestros últimos tropezones, este de la Guerra Civil ha sido el más sangriento. Estirar la cuerda del progresismo hasta límites inaguantables, atentar contra vidas y propiedades en aras de una revolución importada, costó demasiadas muertes y demasiado atraso económico y social. Pasamos el trago a base de una nueva dictadura. Después de 40 años, regresó el sentido común aportando buenas dosis de condescendencia desde todos los bandos. Una ejemplar transición, una consensuada Constitución y más de 40 años de democracia nos han traído hasta hoy. A pesar de los vaivenes de las sucesivas leyes de educación, este último periodo es bien conocido de la mayoría de españoles. Parecería imposible pensar que alguien pudiera darnos gato por liebre. Pues, ahora mismo, está sucediendo.

Intentando repetir la historia, el PSOE de Sánchez pretende instalar una nueva "dictadura con rey". Como aficionado al juego de "Las tres en raya", está empeñado en culminar la jugada. Pretende poner en la misma línea los tres poderes del Estado ?legislativo, ejecutivo y judicial-, bajo su exclusivo control. La verdad es que cada vez lo tiene más cerca. Da la impresión de que este gobierno social comunista ya no tuviera bastante con alcanzar el poder y pretendiera, a la vez, establecer un laboratorio para transformar en verdades de Perogrullo las mayores barbaridades "progresistas", que ya no se "venden" fuera de España.

Llegó el esperado discurso del Rey y se repitió la escena que con tanta frecuencia interpretan algunos de nuestros políticos. Antes de oírlo, ya tiene escrito su crítica. Daba igual lo que Felipe VI dijera, porque nada les importaba. De hecho, si de verdad hubieran estado atentos al contenido, deberían haber roto sus notas y agradecer la exquisita forma de con que aludió a la difícil situación del momento y a la obligación que tenemos todos, sin excepción, de cumplir con las leyes. Lo hizo sin necesidad de aludir a ningún sector de la sociedad. Los disidentes de siempre estaban esperando la bronca del hijo a su padre. Si cualquiera de esos críticos tuviera la oportunidad de ocupar la Jefatura del Estado ¿estaría dispuesto a admitir el destierro de su propio padre, sin haber sido juzgado? No parece que sea esa la postura que adoptan cuando uno de los suyos es juzgado y condenado por conductas deshonrosas.

A pesar de las declaraciones prefabricadas, desde este gobierno se ataca la Constitución, se maniobra contra la Monarquía, se hostiga a la Iglesia, se degrada la educación, se restringen las libertades y se abandonan los principales problemas que martirizan a los españoles. Nadie mueve un dedo para auxiliar a nuestra maltrecha economía y medo me está dando cada vez que oigo hablar de lo bien organizada que está nuestra logística para poner en marcha la vacunación de la población. La propia Junta de Castilla y León reconoce que recibirá 320.000 dosis durante los tres primeros meses. No parece una cantidad apropiada para llegar pronto a esa pretendida "inmunidad de rebaño".

Se están dando pasos en el sentido opuesto al resto de las democracias occidentales ¿Es que Sánchez e Iglesias pretenden que tropecemos otra vez?

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