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Así nos sentimos: estafados, defraudados, robados. Alguien se ha llevado lo que era de todos, de todas. Alguien se ha adueñado de una parte de nuestra sanidad, del sistema educativo, de las partidas presupuestarias para la dependencia, del asfalto que tapa baches, del sueldo de funcionarios y de la miseria que reciben los pensionistas.
Y ese alguien, sigue ostentando privilegios, honores... Los más altos. Sigue siendo Rey honorífico, Rey emérito, o como cada quien desee denominarlo.
Mejor emérito, que honor, poco demuestra quien, debiendo dar ejemplo, defrauda a Hacienda.
Debe ser despojado de títulos y prebendas. Debe ser investigado, juzgado y, si procede, condenado.
No será así, me temo. Los poderosos siguen siendo poderosos. Los serviles, siervos. Y a quienes queremos ser libres, nos amenazan con querellas, con prisiones, con silenciar nuestra voz.
Así nos sentimos. Como si alguien nos hubiera robado las joyas de la corona. Como si alguien, nos hubiera robado.