OPINIóN
Actualizado 25/12/2020
Manuel Rodríguez Fraile

Bueno, pues parece que este año llega a su fin y todos nos alegramos. Nos alegramos imaginando la posibilidad de que el año próximo no podría ser peor. Nos esforzamos porque estas fiestas se aproximen lo más posible una normalidad que añoramos, pero corren tiempos extraños.

En unos días comenzarán las vacunaciones contra este virus que a todos nos ha pillado por sorpresa, que a todos nos ha descolocado, que ha levantado las alfombras y puestos al descubierto todas esas vergüenzas que durante la normalidad ocultamos debajo de ellas en un deseo permanente e insaciable de imaginar que todo va bien.

Los primeros en recibir las dosis salvadoras que han sido desarrolladas por Pfizer, Moderna ?o AstraZeneca, con importantísimas aportaciones de dinero público no lo olviden, aparecerán en los medios de comunicación como estrellas del rock, con una enorme repercusión mediática interesada y apoyada por todos aquellos que incluso con las desgracias no renuncian a la posibilidad de rascar algún voto.

Nos dicen que ya podemos ver la luz al final del túnel. El Ministro de Sanidad afirma que estamos en el principio del fin, una afirmación que no comparto, aunque puede que sea cierta para una tercera parte de la Humanidad, pero las otras dos terceras partes están más bien en el principio de un nuevo principio, de un principio permanente en el que viven y seguirán viviendo.

Dentro de no sabría decir cuántos años, nos habremos olvidado del COVID-19 (puede que estemos con la versión 30 o 35) y muchos países latinoamericanos, africanos, o asiático seguirán en el principio del fin, como ha sucedido con el sida, la malaria, el dengue, el mal de chagas, el sarampión o la difteria; y la más mortal de todas ellas: la pobreza.

Lo triste de todo esto es que para todas estas enfermedades de los pobres, existen vacunas, hay tratamientos desde hace ya mucho tiempo. Tratamientos que además de ser baratos, son sencillos y fáciles de aplicar (no necesitan temperaturas de -80º ni una doble aplicación), lo único que falta es interés y voluntad política. Pero tanto el interés como la voluntad política, se han visto seriamente recortadas por el creciente interés y voluntad política en poner a salvo a una tercera parte de la Humanidad que apenas se acuerda de que existen esas otras dos terceras partes.

Tal vez durante el próximo año, o el siguiente, consigamos dominar la pandemia que sufrimos y el COVID-19 pase a ser otra de las enfermedades de los pobres de las que nos olvidaremos, pero el virus seguirá cobrándose su macabro precio en cientos de lugares y se unirá a los otros muchos males que padecen y para los que, repito, existe remedio pero que no entran dentro de las prioridades de los que nos dedicamos a mirarnos el ombligo y a aplicar el sálvese quien pueda. A ellos, a los que eufemísticamente llamamos los mas desfavorecidos, les mantendremos a raya en sus guetos a base de leyes, convenios bilaterales, alambradas y, si fuera preciso, las fuerzas del orden o el ejercito.

Cuando en los próximos días veran, lo verán mucho, a las primeras personas en recibir la vacuna COVID-19, en cada país, en cada autonomía, en cada ciudad, siempre rodeado de aquellos inetresados en chupar cámara sea como sea, acuérdense de que muchas vacunas y tratamientos, que ya están disponibles desde hace décadas, continúan sin llegar a multitud de lugares del mundo y que la del COVID llegará, si llega, sólo cuando todos nosotros estemos a salvo y entonces posiblemente ya no será noticia y nadie se hara eco de ello.

Sé que no es un mensaje muy esperanzador para finalizar el año, pero no puedo evitar pensar en ello cuando veo este ambiente de euforia irreal que se ha creado, de éxito científico desbordado, de aparente superación de la situación, de que nos volvamos a creer, una vez más, que somos los más importantes y que es por eso que la curación debe empezar por nosotros. Tal vez en estos momentos sería bueno recordar las palabras del escritor y periodista británico Eric Arthur Blair más conocido como George Orwell: Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano.

Felices fiestas y una buena entrada de año.

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