OPINIóN
Actualizado 23/12/2020
Santiago Bayón Vera

Los pastores al ocupar sistemas marginales, tener conocimiento detallado del territorio que explotan y gozar de relativa libertad de movimiento, los pastores han disfrutado tradicionalmente de una amplia autonomía. Esto, sin embargo, ha supuesto una desventaja de cara a la globalización, ya que los fenómenos de asociación de pastores siempre han sido relativamente escasos y sus posturas han quedado infrarrepresentadas en los foros internacionales. La toma de conciencia en este sentido ha resultado particularmente tardía, pese al hecho de que los pastores son especialmente afectados por ciertos fenómenos de la globalización.

Cuando se analiza la evolución de la importancia de los mercados pastoriles, se observa una curva de depreciación y apreciación de los productos pastoriles. Hay una primera fase de pérdida de importancia a medida que los países se desarrollan y la intensificación avanza, hasta alcanzar niveles críticos que pueden implicar situaciones de no retorno de pérdida de cultura pastoril. Sin embargo, un desarrollo mayor implica un Incremento del consumo de carne que puede incrementar los ingresos de los pastores. En una fase posterior, sólo alcanzada por las economías más desarrolladas, los consumidores derivan sus preferencias masivamente hacia productos de calidad y que ponen en valor características añadidas, como los valores culturales o ambientales, estimulando la diversificación y la recuperación de productos tradicionales. En este escenario, los productos pastoriles resultan más competitivos que los de sistemas de producción en masa típicos de la ganadería intensiva

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