OPINIóN
Actualizado 22/12/2020
Isaura Díaz Figueiredo

Hablar de Ésta técnica japonesa, para nosotros, devorados, por el consumismo, resulta casi irrisorio. No obstante, a medida que comente que la obsolescencia, no conduce a buen fin comprenderán perfectamente el signficado de la filosofía Kintsugi. Todo aquel que se resigna a recoger los pedazos y tirarlos a la basura, sin intentar dar al objeto, persona o acontecimiento una segunda oportunidad? indica falta de madurez.

Hace cinco siglos surge en Japón la filosofía del Kinsugi. La leyenda nos habla de Ashikaga Yoshimasa, hombre apegado a sus objetos, una mañana se levanta, coge el cuenco para tomar el té, se resbala de las manos y rompe ¿Qué hizo? Lo mandó reparar a China, donde se limitaron a ponerle unas toscas grapas. No contento con el resultado, recurre a los artesanos de su aldea, después de muchas mezclas dan con la formula perfecta. Encajar los fragmentos uniéndolos con barniz y espolvoreando oro, y la cerámica recuperó su forma original; si bien las cicatrices doradas eran visibles, transformando su esencia estética, que recordaba el desgaste sufrido por el paso del tiempo o imprevistos. Asi qué en vez de disimular las líneas de rotura, la pieza adquirió mayor valor, al mostrar sin careta las heridas del pasado, adquiriendo una nueva vida, ganando en belleza y hondura. Llegando a ser más preciada que antes de romperse. Podemos llevar a la metáfora de la nuestra vida, y ver la importancia que tiene resistir tanto en el amo como ante las adversidades.

Vivimos ansiosos por ser perfectos. Olvidamos, que el peregrinar, conocemos fracasos, desengaños, perdidas, abandonos. Y seguimos aspirando a esconder la fragilidad de nuestra naturaleza, bajo la mascara de la infalibilidad y éxito.

Somos vulnerables, amigos, no solo física, sino también psicológicamente. Llega el momento duro, y nos sentimos rotos, unas veces el destino o azar nos lleva al pun demasiadas ganas de experimentar algo diferente, y solitos nos metemos en el hoyo. Solo la memoria y la imaginación son las mejores armas del resistente. Podemos ser creativos, somos el único animal que posee esta cualidad, busquemos alternativas a la realidad. Pero si los vientos son huracanados, nos queda el amor propio. Las personas con este hermosa cualidad, son duras, tienen agallas morales, carácter, olvidan que no importa agradar, reconocen que nunca habrá recomposición sin paciencia.

En el Kintsugi, el proceso de secado dura meses. Es precisamente eso lo que hace que sea duradero.

Kafka, ocupa un lugar privilegiado. Para él la capacidad de saber sufrir y tolerar los infortunios, es la clave para afrontar cualquier situación.

Un día, mientras paseaba con un íntimo por la verde campiña, le dice:
Amigo hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia. Tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro interior. Sabiendo que se ha roto dentro de nosotros, nos aporta serenidad objetiva. Querámonos como somos: rotos y nuevos, únicos, irrempazables y a la vez en permanente cambio.

Solo conozco una formula de amarse, y amar, empieza por superarse a sí mismo. Ante los fríos del invierno, escribamos la endecha, en las alas de la lluvia, en la memoria de la niebla, y las palabras sonaran mágicamente, a la espera del subrepticio anhelo de vivir.

Felices días de Navidad.

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