OPINIóN
Actualizado 16/12/2020
Sagrario Rollán

Mañana jueves tendrá lugar en la puerta Zamora, junto a la iglesia redonda, el círculo de silencio número 100 en Salamanca, convocado por Cáritas. En este caso enfocado por el derecho a una vivienda digna. Los Círculos de silencio que comenzaron en el año 2011 en España, pretenden sensibilizar a la población, a la gente de la calle, al ciudadano común y distraído que sale de tapas o de compras, que pasea o vuelve del trabajo, de algunos derechos esenciales que deben ser efectivos para todos: como la casa, la compra de lo sustancial, el trabajo, el ocio.

En un mundo de ruidos, caceroladas, griterío e insulto, incluso desde el podio de nuestros parlamentarios, el silencio quiere ser altavoz de las causas aparentemente perdidas. El círculo nos recuerda a los filósofos peripatéticos de la antigüedad, que reflexionaban paseando, pero también a los monjes desde el silencio medieval de sus magníficos claustros, o a los corros infantiles. La experiencia del círculo es una experiencia de conciencia personal, que vivida y compartida en grupo puede aunar la intensidad de dicha conciencia, así como el compromiso y la corresponsabilidad por un mundo más justo. Se convoca desde Cáritas y está al alcance de todas las personas de buena voluntad, no importa el partido, la doctrina o la edad desde la que te acerques al Círculo de silencio, siempre serás bienvenido, no hay aforo ni cita previa, tan sólo pasas y te detienes, al ver que el ajetreo de la calle se interrumpe, cuando un círculo callado se concentra bajo la lluvia de la noche o en el crepúsculo encendido del caluroso verano. Cierto que la mayoría de las personas que se reúnen en los círculos suelen ser agentes activos de integración y solidaridad en su barrio o en su parroquia. Sí, son personas con ángel. Si te acercas, te darás cuenta, porque además están a la busca y captura del voluntario perdido, y para ellos cada gesto cuenta.

Lo importante es saber que ese círculo, grande o pequeño, aquí como en otras ciudades de España y de Europa contribuye tal vez a dibujar un círculo más amplio de justicia y armonía, donde, como en el hombre de Vitrubio, lo cuadrado encaje armoniosamente en lo redondo, donde la imposible cuadratura del círculo se haga realidad, y se rompan los círculos viciosos y compulsivos de consumo y derroche para abrir mandalas mágicos de acogida, coronas de adviento verdaderamente integradoras. Círculos de luz y vida desde los que acoger a todas las personas, sobre todo a las de las orillas, las que se desdibujan y olvidan fuera de los márgenes, con este afán por los "allegados" que nos trae de cabeza, con estas obsesiones de cuántos y cómo nos podemos reunir con "los nuestros" en Navidad. Porque "los otros", los no-allegados, los advenedizos también son personas sustantivas, es decir, sujetos de derechos, por más que nos empeñemos en agruparlos bajo denominaciones genéricas que los adjetivan displicentemente como migrantes, extranjeros, refugiados, pobres; en cualquier caso como indeseables... Es Navidad, 100 círculos, más silencio y menos olvido, por aquel a quien amo:

Quiero ir con aquel a quien amo.
No quiero calcular lo que cuesta.
No quiero averiguar si es bueno.
No quiero saber si me ama.
Quiero ir con aquel a quien amo

(Bertolt Brecht)

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