El amigo ama en todo tiempo, / es un hermano para el tiempo de la desventura. (Prov. 17, 17)
Tiempo de desventura es este de la pandemia, que han llamado "coronavirus". Estoy solo, recluido en mi casa, como gran parte de la población de este mundo, al menos en los países donde podemos hacerlo, y si aquí somos de los que tenemos medios para defendernos del ataque del mal, pienso que en esto somos también privilegiados.
Observo y reflexiono una vez más sobre la amistad, sentimiento misterioso y don divino. Sigo pensando que los amigos son muy pocos. Pero considero también un don divino maravilloso el que en torno a ese núcleo íntimo hay otros amigos de verdad, con los que podemos compartir nuestros pensamientos, sentimientos, inquietudes y podemos contar con ellos en tiempos de desventura.
Con los primeros, los amigos de siempre, estamos en estos días especialmente unidos, se acentúa nuestra comunicación y a ellos podemos abrir nuestro corazón. Se multiplican sus llamadas¸ y puede ser que, en esta situación de crisis, alguno que estaba más lejos física o afectivamente ahora se manifieste más cercano y unido, incluso llegue a estar entre los más íntimos.
En cuanto a los demás amigos, pienso que en estos momentos se intensifican los afectos, que se manifiestan por la frecuencia de la comunicación, que ahora es más fácil y diversa por los medios técnicos tan avanzados de que disponemos. Aunque no hay que confundir la comunicación y presencia virtual por las redes, con la amistad. Pero es el momento propicio para darse cuenta de hasta dónde aprecias a esa persona o te aprecia, o es tu amigo o amiga. Y ante los hechos y circunstancias de esta comunicación pienso que las manifestaciones no dependen sólo de la fuerza de la amistad, sino también de la situación y circunstancia personal de cada uno, incluso de su temperamento, manera de ser y modo de vida. Cada persona pasa por momentos diversos y está en una determinada circunstancia que influyen en la relación con el amigo o en el repliegue sobre sí misma. Puede ser una situación muy particular que pasa una grave crisis, quizá por un accidente familiar al que se suma ahora la situación de soledad y reclusión en la que vive por la pandemia.
Puedo ya hacer también una reflexión personal sobre los amigos "literarios". Y en primer lugar pienso que algunos de ellos, después de algún tiempo de encuentros por esas relaciones literarias, pueden haber pasado a formar parte del núcleo más íntimo; o al menos del grupo de verdaderos amigos. Por otra parte, observo que cada uno de los amigos se comporta en correspondencia a la amistad según el grado o intensidad de la misma; y tampoco es difícil que algunos se encierren en su burbuja, o bien pasen por fases de cansancio y búsqueda voluntaria de la soledad y también que vean que es el momento para la elección de los que considera más cercanos o íntimos.
Y no faltan tampoco, entre estos amigos que hemos encontrado en reuniones y congresos, los que aprovechan la ocasión, dado que hay mucho tiempo disponible en esta situación, para escribir y mandarte alguna reflexión sobre la utilidad de la cultura en tiempo de pandemia, o para enviarte algún poema o alguna cadena de poemas en la que te invitan a colaborar. No hablo de los poemas o escritos que se pueden intercambiar como expresión de los sentimientos para compartir con el amigo.
Pero esta reflexión no ha terminado, porque la pandemia ha comenzado, pero no sabemos cuándo ni cómo acabará, ni cómo afectará a nuestros sentimientos y relaciones. Ahora sólo reafirmaremos que la amistad es siempre un don divino.