OPINIóN
Actualizado 07/12/2020
Jesús Garrote

Desde niño siempre valoré el saber de los abuelos y de mi padre. Mi padre fue maestro y siempre ayudó a su familia en el campo, agradecido porque sólo él estudió yendo a un seminario hasta que acabó magisterio porque era un buen estudiante. Era de familia pobre en Luelmo de Sayago.

Fue mi primer maestro en la escuela y en la vida. Le gustaban poco los rollos, era muy práctico.

Aprendí matemáticas, ciencias, literatura, historia y un poco peor música e idiomas en una escuela unitaria. Pero también segaba, o daba manojos en el verano, vendimiaba, hacía la matanza, podaba, etc.

Quizá desde ahí empezó mi interés por preservar la sabiduría de nuestros antepasados y de la gente del campo. A mi padre le hubiera gustado que hiciera unas oposiciones por eso de la seguridad. Supongo que de la misma forma que después de viajar a Marruecos en el proyecto "Llenando Escuelas" con mis hijas desde muy niñas y por todo el Mundo ahora me da miedo que una haga voluntariado en un hospital en Ecuador, otra se vaya a Estados Unidos a estudiar un año y otra conduzca deprisa y sean muy independientes.

Desde que comencé a dar clases de Biología en la Milani y educador en Santiago Uno. Ya fue tomando forma ese proyecto ecosocial de servicio a los alumnos considerados "últimos". Hoy en día puedo haber contagiado un poco de esa pasión al equipo de educadores y a muchos de los chicos.

Hemos construido entre todos itinerarios realistas de vida independiente en contacto con la naturaleza y una posibilidad de integración necesaria para colectivos de jóvenes denostados por la sociedad.

La España vaciada se asemeja mucho al Mundo más lleno. Las élites tienen pocos hijos y son pocos, la burbuja que venden a algunos no nos interesa y tampoco la doble moral.

Somos un grupo de educadores que ha generado caminos, salvando aves, acompañando a niños en su educación a ser ciudadanos de pleno derecho aquí y en Marruecos, que levantan empresas como queserías, centros de jardinería, bodegas. Eso que queda perdido cuando se van los mayores. Es tan importante un agricultor como un médico y un abogado y ahora los agricultores también saben leer y escribir.

Quizá los que nos gobiernan, las administraciones y los que deciden desde Europa se tengan que fijar que la solución está abajo en los equipos de calle, no en los lobbies.

Se han olvidado de los desprendidos de ambición, de los que se pueden olvidar de votar, pero no de sus alumnos o de sus familias. Todo es posible si hacemos grandes grupos de consumo justo, de trabajo justo, de estudio solidario, de aficiones sanas, de economía circular. Tomarnos en serio los ODS.

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