HOY, DOMINGO 6 (12:00h PERÚ ? 18:00h ESPAÑA)
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Adeudo al poeta Harold Alva este nuevo retorno a mi Perú primero (virtual, en esta ocasión). Un retorno privilegiado, debo añadir, pues ha tenido la deferencia de programar mi lectura para la jornada inaugural de su más que consolidado Festival Internacional de Poesía Perú 2020. En esta jornada primera también leerán sus versos otros 13 poetas de diversos países latinoamericanos. La deuda todavía es mayor, puesto que ha publicado ?bajo el amparo de la Municipalidad de Lima y su programa Lima Lee? la antología PERÚ EN ALTO, una selección de mis poemas con temática nacional. Entiendo que esta muestra se presentará más adelante: bienvenida será.
Debo recordar que mi nuevo retorno a la patria primera (con exposición pública, quiero decir), se suma a las publicaciones pioneras que hiciera mi amigo y editor Aldo Gutiérrez, quien, bajo el sello de Lancom, publicó MONARQUÍA DEL ASOMBRO (2013, pintura de portada de Oswaldo Higuchi), una amplia antología de mi aprendizaje poético; así como el poemario MEMORIAL DE TIERRAVERDE (2014, pintura de portada de Oswaldo Higuchi), un grito desesperado ante la devastación ambiental de mi Madre de Dios de la infancia y primera juventud. Ambos libros se presentaron en la Feria Internacional del Libro de Lima. Al año siguiente, Johan Leuridan Huys ?Decano de la Facultad de Comunicación, Turismo y Psicología de la Universidad de San Martín de Porres? hizo las gestiones oportunas para publicar mi libro LOS ÉXODOS, LOS EXILIOS (2015, pintura de portada de Miguel Elías), el cual salió bajo el sello de mi Alma Mater peruana. También a ellos les adeudo gratitudes indelebles.
En cuanto a mi poesía, nunca he querido estar solicitando atenciones o complacencias, ni en Perú ni en otras partes del mundo donde tengo innúmeras amistades, muchas de las cuales me han preguntado, extrañadas, el por qué mis libros no salen en editoriales de relumbrón. No es que desdeñe a las mismas, pero ya llegarán, o no, pues eso es algo que no importa, al menos para mí, siguiendo la estela de los consejos que recibí de mis amigos Gonzalo Rojas, Gastón Baquero, Alejandro Romualdo, Emilio Adolfo Westphalen?
Al respecto, una mañana del verano de 1991 estaba caminando por la pétrea Salamanca con Westphalen y, antes de llegar al edificio histórico de la Universidad de Salamanca donde se celebraba una semana dedicada a la poesía iberoamericana, le pregunté por qué no venía más seguido a España. Su respuesta fue parca, como solía ser él: "Sencillamente porque no me habían invitado antes, Alfredo".
La poesía es una carrera de fondo y no conviene estar haciéndola correr deprisa. Pero, en estos retornos poéticos a mi Perú natal, no puedo dejar de mencionar al primero de todos: Ricardo González Vigil, el más genuino y reconocido crítico literario peruano y entonces catedrático de la Universidad Católica, quien escribió esto en el diario El Comercio: "En el Perú no goza del reconocimiento que se merece como uno de los poetas más personales y admirables de los últimos lustros" (2010).
Claro está que me estoy refiriendo a Lima, pues antes, en 2002, mis paisanos de Puerto Maldonado se prodigaron en actos, reconocimientos y homenajes tras la publicación de mi libro MADRE SELVA.
Y como siempre tengo bien presente el Evangelio de Juan, cuando nos comenta que Jesús fue a los suyos y los mismos no le recibieron, por mi parte sería falso decir que esta muestra de generosa hospitalidad no ha conmovido a la totalidad de mi ser. Lo ha hecho, y en grado máximo.
Gratitudes a Harold Alva, por parte del Festival Primavera Poética. También gratitudes a Celeste Asurza, directora del programa Lima Lee; Juan Pablo De La Guerra, gerente de Educación y a Florentino Díaz, presidente de la Comisión de Cultura, por parte de la Municipalidad de Lima.
Gracias, gracias, gracias?
***
Aquí dos de los poemas que leeré este mediodía limeño o este atardecer salmantino, como prefieran.
Yo he bebido esa leche verde que va nutriendo el goce
tras comer y dormir
en los pezones de árboles susurrantes
guardando el fruto que a diario perfumaron
el delta de mi desamparo
cuando fui puesto en la costa más agria
mostrándome su pesado cortinaje de garúas
y de vaso en vaso
quebré el extravío sin quemar consuelos
por el hervidero Capital
donde hasta el aire me acosaba
como bestia sedienta restregando su sobaco
en mi nariz.
Pero avancé por el desierto
del ardor
con mis raíces y fastidios,
tan caracol para llegar seguro, lleno de ecos
cargando chispas o mareas y semillas de la noche
por el témpano azul de los Andes
que desde niño divisaba
horizonte al fondo de mi calurosa Tierra,
región fiel y delirante
en las aguas que repetían su imagen ceremonial
a vuelo de águila danzante del cielo
mientras yo abría códigos
de chirriantes exorcismos que a veces
adivinaba
con las plumas de la libertad.
Mi lengua saborea
una porción del Perú que fue amansada
por mis ancestros,
secretas selvas con diez mil años de recuerdos
y cálidos hechizos
y pequeños proyectos tramitándose
sin renegar de la leyenda.
Por eso no lavo mi amor
en esta tarde que me filtra el Puerto
de mi desembarco. Por eso
atravieso el río sin parpadear de golpe:
así brillan los besos
que recubren la piel de tanta ausencia,
pétalos que pastoreaba por el barranco tan hondo,
anterior a mi mirada
que ya encontraron los Pérez y los Troncosos
con los Mendozas surcando el Manu
o el Inambari
sin orden jerárquico por la subsistencia
de la que no salieron ilesos.
Luz y sueño.
Luz y pronto deseo
para mezclarse con las amazonas, como el errante
Alencar que a los cincuenta y tantos
buscó pareja de veinte para ahuyentar a la máscara
de la muerte.
Soy un peruano con muchas patrias:
por eso nunca me ha lacerado la soledad
ni me hace lagrimear el humo
del desarraigo.
Soy un peruano de única Tierra:
la de mi soplo original, la de mi labio vivo
moviéndose hacia la selva
con su abundante rumor de mundo.
Soy un peruano:
pasen hasta mi corazón y vean,
vean que no hay genuflexiones ni frases delebles
falseando méritos de peruanidad,
himnos van e himnos vienen
los días conmemorativos hechos nada
a la mañana siguiente.
Mi Perú es mío y sólo lo comparto
con quienes hallan en mi voz su tremenda
identidad mestiza
por los cuatro costados.
En adelante
bajaré a beber del pezón más fresco
de esa Tierra que dejó su gracia
en mí.
Alencart ante el mural que lleva dos versos suyos, realizado por Acción Poética Puerto Maldonado (Foto de Jacqueline Alencar)
Alencart con Alejandro Romualdo (Salamanca, 1991. Foto de Jacqueline Alencar)
EL POETA
(Alejandro Romualdo)
Eres Hierro y eres Piedra en la extensión del Otro: No
un ser melancólico que orina en los salones con
maquinal desidia; tampoco el que perpetra juramentos
salidos del retrete o copiados de un libreto
decadente que sólo es bulla o roncha o ambición
defecada sin decoro.
Eres el del veneno Vital, el que restriega y mortifica
y carajea sin aceptar tres o treinta monedas
a cambio de estar en el limbo, suplantando versos
fecundos por estropicios líricos de aquellos
que lustran su pluma en medio del trasiego de viandas
y recomendaciones.
Eres franja oscura, terco anhelo, corazón
que pudo ser una Paloma: Hermano sólo en el mundo;
hermano sin necesidad de certificado; hermano
cuerdo-bebedor pintando lo que abruma;
hermano escribiendo siempre a rachas; hermano
muriéndote de costado antes que Jano.
Eres algún viejísimo olivo al que creen leño seco. Yo
te conozco y sé que las patrañas contra ti no acaban.
Vienen finos tajos de cuchillo. Viene algún
basural por el trayecto. Pero viene el Dorado sin darte
cuenta, tarde sobre tu recesión, mientras recargas Luz
en Zona franca.
Eres el hastiado de homenajes sonantes.
Y te friegan los cóndores, como a César Abraham. Y
no te interesa la República, salvo la de Platón. Y no
eres ermitaño, pero viajar cuesta. Y no aceptas dádivas
o donaciones, exceptuando de una dama
cuya ternura debilita tu coraza.
Eres el Poeta que es música y es razón: Eres el dardo
en su totalidad. Ves diamantes y no te traicionas, aunque
el forense venga a estudiarte tres días después de muerto.
Con Alejandro Romualdo y Jacqueline, en Lima y en casa de los poetas Ricardo Falla y Sonia Luz Carrillo, con parte de su familia