OPINIóN
Actualizado 28/11/2020
José Fermín Rozas

Esta semana el nuevo héroe municipal salmantino se hacía una de esas fotos al uso tan queridas por los políticos. En este caso ayuda a publicitar una estación de desinfección, para garantizar las visitas seguras en el Palacio de Monterrey. Me parece bien la cesión gratuita por parte de una empresa de un artilugio útil, y el reconocimiento del gesto. No sé quién lo ha conseguido en condiciones tan ventajosas, pero es una lástima no fuera para un Museo o monumento público.

Después nos enteramos por el aristotélico propietario del edificio, el duque de Alba, su intención de recuperar la gestión directa en primavera. Por si no se acuerdan, el Ayuntamiento y la Fundación Casa de Alba firmaron el 26 de julio de 2016 "un convenio de colaboración para el impulso de manera conjunta, de diversas actuaciones que permitan la conservación, promoción y difusión del patrimonio histórico artístico de la ciudad de Salamanca y la apertura al público del Palacio de Monterrey." Con subvención municipal de 272.000 euros para obras de restauración y 220.000 para un servicio de apertura turística durante dos años. Los Bienes de Interés Cultural, como es el caso, están obligados a permitir visitas regularmente (sin subvención pública), algo que no ocurría aquí.

Huelga decir que la apertura de uno de los símbolos de la ciudad está muy bien. Pero ¿debemos poner dinero de todos para mantener el patrimonio de instituciones que están muy lejos de la pobreza acechante a una cuarta parte de la población española? Conservar el patrimonio es fundamental para una ciudad, y un país, donde el turismo es tan importante para su economía, aunque no tengo claro que la respuesta a la pregunta anterior sea positiva en este caso.

Desde hace unos años fondos municipales pagan obras de restauración de patrimonio privado, luego abierto al público. Y también del Ayuntamiento u otras entidades. Así aumentan los atractivos de la ciudad, en teoría claro. Si suelen estar cerrados o inaccesibles al turismo el impacto de la inversión se reduce. Fuera de los grandes edificios, la gestión municipal del resto no ayuda a atraer más visitantes. Podemos verlo en el Cerro de San Vicente, el Pozo de la Nieve, o la Cueva de Salamanca cerrada sin motivo aparente. Y el Palacio de Monterrey ha quedado lejos de las expectativas.

Los salmantinos tenemos derecho a ver lo que pagamos, y además nos cobran entrada, pero el dinero importante lo dejan quienes nos visitan y gastan atraídos por los atractivos monumentales. Hace 20 años Brujas consideraba excesivos sus 4 millones de turistas al año. Aquí todavía estamos muy lejos, si bien no pretendo abogar por un turismo de masas basado en selfis a la carrera.

Pero podemos hacer mucho más de lo hecho hasta ahora, es un buen momento para repensar nuestra oferta turística. De paso abrir los numerosos edificios cerrados, muchos a pesar de estar obligados a ello. Ampliar los circuitos de visita más allá de la Rúa Mayor y la Calle de la Compañía, si las terrazas no lo impiden. La oferta expositiva, cultural y museística no nos convierte en noticia, ni siquiera el Facyl, y los congresos languidecen. Desde luego es dudoso el atractivo turístico de cosas como la Nochevieja Universitaria.

El turismo debería ser capaz de generar empleo más allá de la precariedad vinculada a la hostelería y comercio especializado, también para profesionales del arte, la historia o el turismo. La investigación, la restauración o la memoria, con presencia efectiva de la Universidad, deberían crear empleo. El Cerro de San Vicente tuvo en su momento un proyecto, desparecido, donde se incluía mucho más de lo que se está haciendo allí. Quizás el Duque de Alba tenga más suerte en su gestión directa de la subvención regalada.

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