La literatura se hace a base de técnicas, de reglas. Se desarrolla en talleres literarios, como impusieron los americanos, como si fuese igual que fabricar bicicletas.
La vida también se desarrolla a base de técnicas, de reglas. Se lanzan técnicas para encontrarse así y asá, se venden reglas para conseguir esto y lo otro. Todo es cuestión de mecanismos y de reglas. De reglas abstractas que funcionan en masa y no conocen personalidades.
El arte se sujeta a coacciones, a estrecheces cada vez más fuertes. Cada día más agobiantes. A una moralina sin fin, a predicaciones por todas partes. A sermones y doctrinas. El periodismo se sujeta a los libros de estilo, a las normas anodinas y sin vida. Los textos se sujetan a los "correctores de estilo" mecánicos y sin alma. La literatura así desaparece, porque la literatura es el alma, la animación, lo personal, lo creativo.
La vida se sujeta también a los correctores de estilo, a las normas anodinas. A las modas, a las tendencias aplastantes. En todas partes nada de personalidad, de inspiración, de imaginación. En todas partes lo mecánico mecanizando todo y mecanizándonos a nosotros. Hacemos las cosas al estilo de las máquinas, nos despersonalizamos, nos desvitalizamos.
El diseño lo empobrece todo. .Las religiones y las doctrinas progresan. Entraremos en el mundo del aburrimiento. Aunque cada época tuvo su aburrimiento y su rebeldia. La vida os derrotará, decía Orwell. Quedará la resistencia subterránea, la gente que lee libros a escondidas, como quería Bradbury. Siempre quedará la semilla. Pero qué coñazo.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR