Se dice que cierta señora con vocación literaria entregó a Bernard Shaw un manuscrito para que le diera su opinión sobre él. Al cabo de unos días, el escritor se lo devolvió y le aconsejó con buenas palabras que se dedicara a otra cosa.
- Pero usted no ha leído mi libro, dijo la señora.
- ¿Cómo lo sabe?
- Porque las páginas iban unidas de dos en dos y veo que solo ha abierto las primeras.
- Señora, respondió Bernard Shaw, cuando voy a comerme un huevo no necesito comérmelo entero para saber que está podrido.
Algo así voy a hacer yo en estas líneas: comentaré un documental recientemente estrenado que relata los últimos meses de la vida de Unamuno, sugiriendo que este fue asesinado por un taimado falangista (o carlista). Y lo haré sin haber visto la película, de lo que me exime la profusión de entrevistas y reportajes que la han precedido, con un buen marketing convenientemente adobado de forzada polémica y algo de provocación, como es ya casi costumbre en obras que tratan de nuestra historia reciente. O sea que criticaré más bien lo que el director, Manuel Menchón, ha dicho sobre su película y lo que me predispone en su contra.
Desde mi punto de vista, este sería un caso claro de búsqueda de tres pies al gato. Pues, según el director, no hay certezas sobre lo que pasó en los últimos días de Unamuno y el relato franquista sobre su muerte habría perdurado como versión oficial hasta hoy, momento en que el autor, después de años de investigación, nos ofrece su buena nueva. Lo cual supone desautorizar en bloque a los no pocos autores que han estudiado la biografía de ?Don Miguel (Salcedo, González Egido, Juaristi, Blanco Prieto y otros), a los cuales mal les cuadra la etiqueta de franquistas. Dejo aparte a los joviales Rabaté, que aquí tiran la piedra y esconden la mano: insinúan que Unamuno puso ser envenenado pero, por otro lado, dicen que Menchón, al que han asesorado en esta película y la anterior, ha ido "demasiado lejos" con lo del asesinato.
Estimo que Severiano Delgado, autor de Arqueología de un mito. El acto del doce de octubre en el paraninfo, ha aniquilado de modo contundente la versión de Menchón sobre la muerte de Unamuno, señalando sus muchas tergiversaciones, errores y medias verdades. (Ver "Ramón Mercader en Salamanca. La muerte de Unamuno a martillazos con la historia", en el blog Conversación sobre la historia). Pero con no menos rigor se pueden rechazar la mayoría de las demás especies que Menchón propala: no es cierto que ?Don Miguel no conociera Aragón, su supuesto asesino; no es verdad que Unamuno no saliera de casa después del doce de octubre (aunque lo hiciera con menos frecuencia y seguido de un policía); no se puede decir que se desconocieran las quemas de libros desde los primeros días de la sublevación (también las hubo en el lado republicano); es un error hablar del "impuesto revolucionario" franquista (sí, en cambio, hubo suscripciones patrióticas, requisas, multas, extorsiones, etc.).
Ni es cierto tampoco que Unamuno careciera de vinculación ideológica con el Movimiento. De este error creo que se derivan muchas falsas apreciaciones que circulan sobre ?Don Miguel, entre ellas la del montaje que comentamos. Una cosa es que aborreciera al fascismo ?y a su versión local, el falangismo? y otra que no sintonizara con el Movimiento y con Franco, incluso después del doce de octubre. Y que maldijera a la república e insultara a sus dirigentes. Él execraba la guerra ("epidemia de locuara", "salvaje pesadilla", etc.), pero, una vez en marcha su torbellino de sangre y destrucción, pensaba y quería creer que el "glorioso general Franco" iba a "salvar la civilización cristiana" y devolver a España la paz y el orden, como les dice a dos preiodistas del Diario de Lisboa después del 12 de octubre. No son las únicas declaraciones de adhesión explícita a los militares sublevados ante corresponsales extranjeros y no sirve decir que pasaron por la censura para invalidarlas, pues muchas la sortearon al ir directamente al extranjero. Por si hubiera duda, está el manifiesto que Unamuno entrega al escritor francés Jérôme Tharaud a primeros de diciembre, de su puño y letra: "Insisto en que el movimiento a la cabeza del cual se encuentra el general Francoo es salvar la civilización cristiana occidentaly la independencia nacional, porque España no debe quedar sometida ni a Rusia ni a ninguna otra potencia, sea cual fuere".
En resumen: quizá se trate de una gran película, pero contiene mercancía averiada desde el punto de vista historiográfico. Quizá, ya que trata de cosas chocantes y tiene un final sorprendente, pudiéramos hablar de un thriller. Pero el director también ha metido la pata contándonos el final de antemano. Un spoiler, vaya.
(Imagen: Gorge Bernard Shaw. Wikipedia)