Eres mi ciudad, sueño incendiado de la tarde perfecta, entorno, y encuentro, con el Universo extenso del pensar que te tengo.
Eres, también; principio y frontera de mi camino para llegar a todo, destino para poseer todo lo que, en ti, reside, jardín y laberinto de infinitas estrellas, claridad cambiante en formas de luciérnagas que invaden el singular perfil de la tarde sin vértices.
Vórtice, Tú, de espacios adentrado en dominios de singulares formas, piedra angular del sueño, entre la torre, el azul extenso, el eterno monólogo de las piedras y el agua camino de los deltas marinos.
En mi entorno propones una sierra de encuentros, un corazón incendiado a fuerza de dolores, un amasar la vida con trozos de espacios de filos hirientes, una isla clásica donde descansa mi sed de amar.
Tú sabes qué camino emprender para llegar a todo, hoy que me siento aquí haciendo la memoria repasando recuerdos de todo lo que hice y dejé sin hacer, en esos días trazados por los vuelos de las altas aves.
Eres también un río de cristales verdes, con espacios abiertos para dibujar esperanzas, acaso el eco de terraplenes al borde del abismo, que tu mano detiene - digo - junto al gran vacío.
Eres jardín y atalaya, laberinto de memorias en el ir y venir del tiempo encadenado, refugio y horizonte de un cielo dulcísimo de ternura con horas por hilar, de donde nace todo: la tarde, su hermosura, el delicado matiz de las acacias, el campo de paseantes al borde de los campos traspasados de vida y el volar silencioso de las aves. Todo mi pensamiento reside en ti, porque nace de todo lo que, en ti, se crea, espejo claro y perfecto de la imagen pura, de los grandes paisajes donde el amor reside.