Profesor de Derecho Penal de la Usal
En estos días ha comenzado la tramitación de la aprobación de los presupuestos generales del Estado en el Congreso de los Diputados y -como es costumbre desde que comenzó la presente legislatura- la oposición política de PP y Vox, a la que a veces se une Ciudadanos, sigue anclada en el ataque furibundo para acabar, como sea, con el gobierno, descalificando y sembrando odio, sin realizar propuestas constructivas que promuevan el debate sereno y el consenso, tan necesarios en estos tiempos de furia y desaliento.
El motivo de la bronca no es la discusión que aporte mejoras al proyecto de presupuestos, sino que éstos puedan ser apoyados por algunas fuerzas políticas como Esquerra Republicana o EH Bildu. Esta oposición vive anclada en un pasado que, afortunadamente, ya no existe; aquél en el que la banda criminal ETA asesinaba sin pudor. Pero esto cambió porque ETA dejó de matar, se disolvió y desapareció y una vez muerta, nadie la puede representar, lógicamente. Aquél entorno político que miraba para otro lado ante los viles atentados terroristas, ya no existe, se ha transformado y está en política -como el resto de las formaciones en una sociedad democrática- para aportar ideas (siempre respetables, las compartamos o no) e intentar mejorar la calidad de vida de los ciudadanos en un Estado Social y Democrático de Derecho. La desaparición de ETA fue un hecho transcendental porque a partir de ahí comenzaron a repararse los jirones rotos de la convivencia.
Esto que, para la gente de bien, para la agenda política cotidiana y para la sociedad española en general ?especialmente para el entorno de Euskadi que, lo reconozcamos o no, fue el que más lo sufrió- fue y sigue siendo una excepcional noticia, parece que no lo es tanto para los que siempre buscaron en el terrorismo un arma política rastrera y repugnante, utilizada sin escrúpulos para derribar al adversario.
Pero, además, como es evidente y esta oposición de trincheras también conoce aunque lo silencie, en Cataluña y Euskadi -que no olvidemos son dos de las comunidades autónomas más relevantes de nuestra querida España-, la representación política que ostentan es absolutamente residual ?yo diría más, ridícula- porque en las elecciones generales de noviembre de 2019, de los 18 escaños que aporta Euskadi, el PP sólo obtuvo 1 (0 Ciudadanos y 0 Vox), mientras que Bildu obtuvo 4 y en las elecciones al Parlamento Vasco de julio de 2020, la coalición de PP y Ciudadanos obtuvo 6 de los 75 escaños y Vox 1, mientras Bildu fue la segunda fuerza política después del PNV, consiguiendo 21 parlamentarios. Por su parte, en Cataluña, de los 48 escaños que aportó al Congreso de los Diputados en las generales de noviembre del 19, tan sólo 6 fueron de PP, Ciudadanos y Vox (2 por cada formación), mientras que ERC aportó 13.
Este es el juego democrático y en la negociación presupuestaria, como en la preparación y elaboración de cualquier ley formal (sea orgánica como la de presupuestos o ley ordinaria) el gobierno de turno que apruebe el proyecto de ley tiene que hacer el esfuerzo por sumar en el Parlamento todos los apoyos posibles, cuantos más mejor y todos deben ser bienvenidos, sean de la extrema derecha, derecha y centro, como de la izquierda y extrema izquierda, porque todos son representantes del pueblo, que es el soberano.
Esto es lo que está intentando hacer el gobierno; bueno, mejor dicho, la parte socialista del gobierno; porque aquí también cabe reprochar a Unidas Podemos que, por un lado, intente colocar en el altavoz mediático el apoyo de Bildu o Esquerra a los presupuestos como un logro personal y, por otro, que pretenda construir una trinchera en relación a los apoyos de Ciudadanos (del PP y Vox no hablamos porque estos están en otro mundo diferente, en el de la destrucción pura y dura, utilizan desde el otro lado el pretexto del apoyo de Bildu o ERC para echar más leña al fuego, porque la realidad es que ellos lo que verdaderamente pretenden es que no se aprueben los presupuestos, no porque sean malos, sino para que la legislatura descarrile y haya unas nuevas elecciones).
Y esta trinchera no sólo la está construyendo Pablo Iglesias, también desde el otro lado, Inés Arrimadas dibuja líneas rojas que no deberían existir con lo de la lengua vehicular en la educación, cuando el castellano está perfectamente defendido en nuestra Carta Magna (esa que, por otra parte, tanto dicen defender), porque en su artículo 3.1, dentro del Título Preliminar -uno de los más importantes de nuestra Constitución- se establece claramente que "el castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla".
También contribuyen a construir odiosas trincheras las posturas inflexibles entre ERC y Ciudadanos. Y, como no, entiendo a Ciudadanos porque las presiones que está sufriendo por la derecha de Vox y PP y del ya ex líder de Ciudadanos, Albert Rivera (que estaría mejor con la boca cerrada porque ya no está en política y si la abre, porque le ampara la libertad de expresión, que lo haga a título personal) son intolerables y sólo contribuyen al enfrentamiento, no al consenso que, más que nunca, necesita nuestro país.
España necesita aprobar los presupuestos de 2021. Son unas cuentas que se identifican con las políticas de un país socialdemócrata porque intentan recuperar servicios públicos y revertir derechos sociales perdidos en anteriores crisis económicas. Además, España y los españoles necesitamos acceder a los fondos europeos que se destinarán a abordar los graves problemas derivados de la crisis económica provocada por la pandemia de la Covid-19. Construyamos puentes para ello y no trincheras que debiliten el consenso y fortalezcan el enfrentamiento cainita.