OPINIóN
Actualizado 07/11/2020
Eutimio Cuesta

Delante de mí, dos mujeres iban comentando: "Si la gente se portara bien, no serían necesarias estas medidas". Se referían al cierre de los bares, restaurantes y gimnasios. Y es cierto. Lo que parece patente es que el bicho tiene aliados en la comunidad mundial. Los hay que gritan libertad para que el virus pueda circular a su antojo; los hay que niegan la eficacia de las mascarillas y no les importa sembrar el virus entre los suyos y entre los extraños, y no tiene reparo en utilizar los móviles para inducir a la rebelión contra todas las recomendaciones que nos dan los sanitarios, los políticos y el sentido común.

Y argumentan: "Soy joven y tengo derecho a divertirme". Nos parece bien, pero piensa que tu derecho a divertirte, puede acarrear el contagio de tus padres, de tus abuelos, de tus amigos y de tus vecinos; y estás poniendo también el riesgo la vida y el trabajo de nuestros sanitarios, que se sienten desbordados por la cantidad de pacientes, que ingresan cada día en las UCI y en las plantas, y que, al tiempo, están impidiendo que puedan atender otras patologías también urgentes.

Si estos personajes reivindican el derecho a divertirse, a tomar unas copas, los más también tenemos derecho a la vida, a la salud, al trabajo y a la relajación. Y en esta desfachatez, pagan o pagamos siempre justos por pecadores, porque yo no creo que los bares, restaurantes o preparadores físicos sean culpables de la osadía de unos cuantos insolentes y cínicos.

Con esta actitud lamentable, ya pueden devanarse los sesos nuestros investigadores en hallar una vacuna o un medicamento, que neutralice la fatalidad de este virus. Y qué fácil sería extinguirlo en un breve tiempo, si todos fuésemos más cuidadosos en seguir unas conductas tan simples como llevar una mascarilla, lavarse las manos y mantener una distancia; por eso, argumento que la mejor vacuna, para recluir al bicho en su caverna, y nos deje en paz, somos tú y yo.

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