OPINIóN
Actualizado 29/10/2020
Antonio Costa Gómez

Les cuento una escena que vi esta mañana, tan ilustradora. Dos jovencitos intentan pagar una cantidad en un cajero, porque la grúa les ha inmovilizado el coche. Intentan seguir las instrucciones endiabladas de un papel, poner números y cifras donde hace falta, pero no lo consiguen y me piden ayuda a mí, pobrecito clochard en esta era del fascismo tecnológico. Le preguntan a un empleado del banco, pero el empleado indiferente y frío les dice que hay que hacerlo en el cajero, y si no que hablen con su oficina bancaria.

Y la máquina no les ayuda en sus dudas, la máquina indiferente y fría, y mecánica por definición, les repite eternamente lo mismo como una idiota. Les digo: mañana a las ocho el banco sí que admite pagos en ventanilla. Y el joven me dice preocupado: pero no quiero que el coche esté tanto tiempo retenido. Además es viernes y seguramente no atienden hasta el lunes.

Este es el mundo tecnológico y mecánico que tanto nos ayuda, este es el progreso tecnológico, estas son las grandezas de la tecnología. Estamos haciendo un mundo cada vez más frío y automático, cada vez más carente de alma. Nos ponen una máquina brutalmente en la cara en todas las situaciones. Y a la máquina le importas un pimiento. Y la máquina (aunque tiene tanta "inteligencia artificial") te repite como un loro imbécil lo mismo montones de veces.

Y da igual que le supliques, que le llores, que le digas que tu abuela está muriendo, que necesitas tu coche. Las máquinas son máquinas y les encargan a ellas todo, y nos entregan a ellas. Dios mío, que progreso más progresista en este mundo helado. Soy un carca porque pido que una persona hable conmigo.

ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR

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