OPINIóN
Actualizado 15/10/2020
Manuel Rodríguez García Marogar

El día 25 de setiembre aparecía una noticia por la que se decía: "Mourinho denuncia y demuestra que su partido de "Europa League" se jugó con unas porterías más bajas. El Tottenham pidió a la UEFA que se cambiaran, pero finalmente no lo hicieron. Era el encuentro de la previa entre el Shkendija y el Tottenham, donde llegó a constatarse que las porterías eran 5 centímetros más bajas que el tamaño reglamentado (2,44 metros, medida oficial). Lo que me recuerda otros aspectos sucedidos durante años en los campos de fútbol y que, quizás, trascendieron menos.

En Salamanca, temporada 1966/67, llegó a la UDSalamanca el entrenador Pepe Hériz, quien era muy meticuloso en aspectos como el señalado. Descubrió también, a principios de temporada, que el larguero de la portería de norte era más baja de lo legislado. Incluso el punto de penalti trató de ajustarlo para beneficio propio. Una portería baja perjudica al equipo que más ataca pero un penalti a menos de 11 metros beneficia, lógicamente, al equipo que más veces pisa el área y es susceptible de recibir más penaltis a su favor. Incluso llegó a poner en los fondos de la portería unos paneles con pintura en diagonales, amarillas y negras, como si fuera la trasera de un camión de Obras Públicas. Con ello trataba de que los delanteros tuvieran mejores referencias en la localización visual de la portería.


De siempre, los equipos considerados inferiores han tratado de manejar las dimensiones de las Reglas de juego para adaptarlas en su beneficio: Altura del césped más alta de lo normal para que el balón ruede más despacio; dimensiones del campo, tanto de largo como de ancho, sobre todo para intentar estrechar el campo y favorecer la defensa del equipo contrario; los postes de las porterías más anchos o más estrechos para que los 7,32 de largo o 2,44 de alto puedan modificarse casi de "tapadillo"; incluso que las áreas de penalti sean más grandes de los 16,50 metros establecidos y que el equipo más atacante pueda tener más posibilidades de lanzar penaltis; o el exceso de manguera para encharcar zonas de juego en vez de facilitar el juego rápido, etcétera.

Sin embargo, los árbitros ya tienen por norma revisar estas condiciones para que se ajusten a lo reglamentado. Por lo que todo el gozo en un pozo de aquellos entrenadores "tramposos" que tenían en su táctica esas maniobras orquestales, para mí, fuera de lugar?

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