Detalle del Pórtico de Gloria. Foto EP


OPINIóN
Actualizado 08/10/2020
Antonio Costa Gómez

Un anuncio sobre la catedral de Compostela me dice: "Mira el Pórtico de la Gloria como nunca lo has visto". Y lo que veo son unas figuras chillonas como prostitutas repintadas, de un voluntarismo colorista que me aplana. Es verdad, nunca lo había visto así. Nunca se había cambiado lo suave y lo tenue por lo estridente y lo sensacionalista. Y la sutileza por la vulgaridad. Me quedo angustiado, decepcionado. Me lo están destrozando todo.

Durante treinta años me apasioné por el Pórtico de la Gloria, lo visité miles de veces, lo estudié, antes de escribir mi novela (LITERARIA, no histórica) "Mateo, el maestro de Compostela". Entré allí sin pagar miles de veces, imaginé que Mateo buscaba el absoluto, inventé que san Francisco se entusiasmaba con aquella fiesta delirante. Y ahora resulta que hay que pagar por ver ese cromo. No es solo la trivialidad, es la pijería de entregar ese pórtico a una élite económica de pasmones a los que importa un pimiento la cultura. Nos secuestran las obras de arte, aparte de pasarlas por la estridencia tecnológica de nuestra época, y se las dan a los ricos. En la Edad Media las catedrales eran refugio de todo el mundo, de desamparados y muertos de hambre, mucha gente hacía su vida allí. Y ahora las reservan para los pijos.

Pero lo más deprimente es mirar esas caras pintarrajeadas, esas figuras que parecen trazadas en plan agresivo por ordenador, esa charlatanería insolente de los colores. La suave elegancia sugestiva que tenía el Pórtico después de los siglos ha quedado en este sensacionalismo, en esa cursilería insultante, en esta estética de los prostíbulos baratos. Y que tengamos que alabarles la hazaña. Y todo el mundo cantando aleluya, no se permite ni una voz crítica. ¿Qué han hecho con ese Pórtico que me inspiraba todas las nostalgias?. ¿A dónde van con esa estética de anuncio, con ese chillar hinchado?.

ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR

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