OPINIóN
Actualizado 24/09/2020
Antonio Costa Gómez

En la plaza del Liceo uno podría sentarse tranquilamente a esperar una actuación, a ver la gente pasar, a sentir la vida. Pero no hay ni un solo banco, hay que aguantar de pie o marcharse. Pero ponen la estatua de un futbolero.

Y qué gracioso, allí al lado hay una calle estrecha, donde nadie se sentará nunca, y está llena de bancos hermosos de piedra. Parece una burla. Uno o dos de esos bancos estarían de maravilla en la plaza del Liceo, parecen hechos para la plaza del Liceo. Pero estamos en un mundo absurdo. Nada sirve para lo que está hecho, no hay bancos donde la gente quiere sentarse, hay bancos donde la gente no quiere sentarse.

¿Lo hacen a propósito? ¿O es un simple despiste, es que no miran su ciudad, es que no saben ni siquiera qué ciudad administran? Solo les interesa la plaza mayor para que la gente gaste mucho en cañas en las terrazas, o la universidad para que la gente mire la rana. Y nada más. No saben qué ciudad tienen. No la cuidan. No saben en qué palo queda bien una vela, no saben qué nota corresponde a otra nota. Solo tienen ruido.

Está muy bien que la gente quiera fútbol (aunque yo creo que el futbolismo es más dañino que el tabaquismo), tal vez. Pero en esa plaza precisamente quedaría mucho mejor Fray Luis o Santa Teresa. Y no ponen ni un banco para sentarse. Que se joda la gente. Parece que están diciendo: no te pares, gilipollas, vete a la plaza mayor y paga muchas cervezas. Haz de turista, coño.

Verlaine decía que el vulgo municipal era espeso. Y él lo sabía, tuvo que trabajar muchos años para el ayuntamiento para poder comer. Antes de caer en sus hospitales. Pero las autoridades también son bastante espesas. Lo oficial y lo vivo nunca estuvieron tan incomunicados.

ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR

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