OPINIóN
Actualizado 21/09/2020
María Jesús Sánchez Oliva

Con las primeras lluvias el otoño llama a la puerta. Este año, debido al coronavirus, deja tras de sí un verano muy triste para todos, porque de un modo u otro todos sufrimos sus terribles consecuencias.

Nada más empezar el Gobierno puso fin al estado de alarma y se fue de vacaciones. ¿Qué otra cosa podía hacer? Hay que recordar que desde la tercera o cuarta prórroga empezó a tener problemas para conseguirlas, y ante la falta de apoyos, la solución fue transferir las competencias a las Comunidades Autónomas, que era lo que la mayoría de los presidentes deseaban.

Los presidentes autonómicos, salvo algunas excepciones, incluso de los populares, que les honra, se mostraron de querer, saber y poder gestionar bien la desescalada por sí solos. Se habían olvidado de que el coronavirus tuvo a su favor para hacer daño las carencias que arrastraban las residencias de mayores, la sanidad, la enseñanza y otros servicios desde que les fueron transferidas las competencias, y ante el panorama que tenemos por delante, los mismos que ponían trabas para coger las riendas, el caso de Madrid, por poner un ejemplo, ahora imploran la ayuda del Gobierno central.

Las autoridades sanitarias también se equivocaron: esperaban, como esperábamos todos, que la segunda oleada viniera con el otoño, con menos fuerza y nos cogiera mejor preparados, pero nos ha pillado en pleno verano y con parecidas deficiencias. Y buena parte de responsabilidad tienen los ciudadanos que, sea por el mal ejemplo de las autoridades, sea por lo acostumbrados que nos tienen a meter miedo para conseguir algo que les interese, sea por la falta de capacidad para pensar por sí solos, siguen sin creer que el virus existe, que mata, que puede con mayores, niños y jóvenes, que se contagia fácilmente y hasta presumen de incumplir todas las normas de seguridad, lo que ha propiciado que tengamos que despedirnos del verano con el anuncio de nuevas restricciones que afectan a las zonas más pobres y a las personas más castigadas por la crisis económica que la pandemia ha provocado.

Esperemos que la próxima equivocación sea que el otoño, en lugar de multiplicar brotes, lo mate de frío, y podamos volver a la normalidad.

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