OPINIóN
Actualizado 16/09/2020
Juan Antonio Mateos Pérez

Nombrar mal las cosas es añadir desgracia en el mundo. ALBERT CAMUS Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje puede también corromper el pensamiento. G. ORWELL

Aunque ya hemos hablado de la eutanasia en otra entrada, "seducidos por la muerte", comentando el libro de Herbert Hendin, queremos seguir contribuyendo al debate. La palabra eutanasia procede del griego y significa "buena muerte". En nuestros días tiene otro sentido, es la acción por la que se quita positivamente la vida a una persona enferma, que pide que se ponga término a su existencia. La Organización Mundial de la Salud la define como aquella "acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente". La finalidad de la eutanasia es acabar con una vida enferma, la muerte está en el objetivo buscado, se trata de un homicidio por compasión.

La muerte siempre suscita preguntas, en la mayoría de las ocasiones, preguntas delicadas y dolorosas, que no se pueden ventilar con respuestas simplistas. En el hondón de nuestra existencia, la muerte es la no respuesta, es esa realidad que nos desnuda y nos deja a la intemperie, es el silencio de la angustia que nos hace sentir nuestra fragilidad y nuestra finitud. El temor de una muerte prolongada o dolorosa y la preocupación de convertirse en una carga para los seres queridos, hace que algunos caigan en la tentación de adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin a la propia existencia.

En nuestra cultura occidental la muerte es un tabú, se oculta y no gusta, arrinconándola a la clandestinidad debido al miedo o bien a la pérdida de una visión transcendente de la vida. Ya no es un evento natural como en otras épocas, es una realidad tecnificada y fría, donde el individuo permanece aislado en el hospital. Rodeado de aparatos, más que seguridad, produce miedo e incertidumbre, tanto al moribundo como a sus propios familiares. Por otro, la familia ha sufrido grandes cambios, no es la gran familia de antaño, sus miembros son escasos o mínimos, donde el trabajo acapara todo el tiempo, disminuyendo la capacidad de ofrecer un ambiente protector.

La eutanasia es rechazada en los países más avanzados de Europa, como en Alemania, Francia o Italia. Solo es legar en ocho países y dentro de Europa solo está vigente en el BENELUX (Holanda -2001-, Bélgica- 2002- y Luxemburgo -2009-), países que tienen diferentes maneras de comprender las relaciones familiares, sociales, laborales y, además el proceso de despenalización ha durado décadas. La experiencia holandesa y belga, muestra después de estos años, que es imposible establecer límites suficientes y garantizar su respeto, una vez despenalizada resulta una utopía controlar su práctica.

Nuestros seres queridos mueren a una edad muy avanzada, apenas en casa. La necesidad de tratamiento prolongado, las unidades de reanimación, de paliativos, hace que la muerte se viva en el hospital y en los hospitales se muere mal. Con lo que la eutanasia continúa siendo origen de discusiones no solo en los países del Benelux, sino también en muchos otros Estados a los que se les presenta la tentación de dar ese paso. Como es el caso de España y Portugal, donde se afirma que el principal motivo de su aprobación es que hay una demanda social. Algo muy discutible, quitando uno o dos casos bastante públicos, no es un tema que se haga presente en los medios habitualmente.

Cuatro son los argumentos para su defensa: el respeto a la libertad individual, el derecho a elegir o rechazar un tratamiento médico, la falta de calidad de vida que tienen algunas enfermedades y, la necesaria intervención del médico. La libertad individual es el argumento más fuerte, donde la persona siendo consiente y libre para decidir, quiere tener derecho a elegir cuando quiere morir. Sería algo similar al suicidio, pero con la consideración que, ciertas personas por su situación de enfermedad, no pueden acabar con su propia vida, tiene que ser el médico. Otro punto fuerte, es la vida indigna con dolores y sufrimiento, acortando la espera para la muerte. Aunque la presencia de los cuidados paliativos y las unidades del dolor en la mayoría de los países desarrollados, disminuyen el argumento del sufrimiento de los defensores de la eutanasia.

La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su recomendación 1.418, aprobada el 25 de junio de 1999 pidió que se garantice el acceso de los enfermos terminales a los cuidados paliativos y recuerda que la eutanasia, aún voluntaria, contraviene el artículo 2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que afirma que "la muerte no puede ser infringida intencionalmente a nadie". La Asociación Médica Mundial considera contrarios a la ética tanto el suicidio con ayuda médica como la eutanasia, por lo que deben ser condenados por la profesión médica: "El médico debe recordar siempre la obligación de preservar la vida humana". La Organización Mundial de la Salud considera que "con el desarrollo de métodos modernos de tratamiento paliativo, no es necesaria la legalización de la eutanasia".

La eutanasia, en los países donde se ha despenalizado, se había propuesto como solución necesaria para unos pocos casos extremos, pero se ha convertido en una manera casi rutinaria de tratar la ansiedad, la depresión y el dolor en pacientes graves o terminales. En los países donde se ha legalizado la eutanasia, la alternativa no son los cuidados paliativos, ya que estos se descuidan y empeoran. Entre los médicos, los más opuestos a la legalización son los especialistas de cuidados paliativos, los que cuidan a pacientes mayores y los psiquiatras con experiencia de pacientes suicidas. La práctica de la eutanasia en Holanda ha pasado de los enfermos terminales a los crónicos, de las enfermedades físicas a las psíquicas y de la eutanasia voluntaria a la involuntaria.

Antes que la muerte digna, hay que garantizar una vida digna, dar a los más necesitados la posibilidad de elegir cuidar a sus seres queridos. Hay mucha confusión sobre la muerte y la dignidad. La muerte digna no es lo mismo que la eutanasia o el suicidio asistido. Los pacientes con enfermedades terminales tienen derecho a tener una serie de cuidados y atenciones en los últimos momentos de su vida, no sufrir inútilmente, que se respete su libertad de conciencia, conocer la verdad de su situación, decidir sobre sí mismo y sobre las intervenciones a que se le haya de someter, mantener un diálogo confiado con médicos, familiares y amigos, y recibir asistencia espiritual.

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