OPINIóN
Actualizado 06/09/2020
Eutimio Cuesta

Mucho me afectan las malas noticias, y más, cuando fallece un amigo entrañable. Isidro y yo así lo éramos y así lo somos, porque Isidro está siempre vivo en mi alma y en mi sentimiento. Cuando nos encontrábamos en la calle o en cualquier lugar, la alegría no se resistía y se asomaba en el apretón de manos y en esa admiración mutua, que sentíamos y sentimos el uno por el otro. Desde pequeño, ese acercamiento ha estado presente, y ha ido creciendo con los años y con la vida compartida de paisano y de verdadero amigo.

Su dulzaina no ha quedado muda ni en silencio colgada de su funda; su dulzaina suena en nuestros oídos en las festividades del Corpus, del Corazón de Jesús, en la charrá de san Roque, que, con tanto fervor, creó su padre, el señor Antolín, y que Isidro y sus hermanos han vivido y sonado con tanta emoción y sabor popular; y no digamos menos en las bodas, en los carnavales, en los bailes de la plaza y del salón y en cuantos eventos, que la tradición tiene señalados en el calendario del tiempo.

Le comentaba a Isidro que yo conservaba una foto, que encarna toda la verdad de su profesional como músico. Él me pedía que se la enseñara y nunca lo hice, porque la tenía reservada para hoy, para publicarla, para que todos le recordemos como él era, con su personalidad y con la sencillez de "pa chulo", yo.

No te digo adiós, Isidro. Solo hasta luego, porque estoy seguro que nos volveremos a ver en la niebla del universo, donde va la gente de buena voluntad.

Estamos con vosotros en el dolor. "Yo creo en el ayer, yo miro atrás todos los días, y veo las huellas de sus pasos, marcadas en el polvo del tiempo. Un abrazo.

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