Profesor de Derecho Penal de la Usal
Durante el tiempo que llevo vivido, el comienzo de septiembre siempre ha estado presidido por entusiasmo, gozo, felicidad y jolgorio, dado que el pueblo que me vio nacer, Mieza, alegre, emocionado y con todas sus viviendas y posadas repletas de gente, se viste de luces para la celebración de sus fiestas patronales en honor a la Virgen del Árbol (8 de septiembre). Pero este año, por primera vez que se conozca y como está ocurriendo en todas las ciudades y pueblos de España, se han suspendido la inmensa mayoría de los festejos; no habrá verbenas, ni pasacalles, ni bailes de disfraces, ni novilladas, ni encierros, ni madrinas ofreciendo roscas de almendra a la Virgen con su Rosario, procesión y baile de la bandera, ni tómbolas ni titiriteros ni feriantes, ni reuniones familiares numerosas ni de amigos en las sedes de las peñas. No obstante, aunque para las gentes del pueblo que participamos de la fiesta la situación genere tristeza, con el tiempo se quedará en mera anécdota. Las consecuencias más graves -y desde aquí empatizo con todos ellos- las están sufriendo las miles de familias que dependen económicamente de los recursos provenientes de las actividades festivas: miembros de orquestas musicales, feriantes, ganaderos del toro bravo y todo tipo de negocios relacionados con la materia, de forma directa o indirecta.
Para las personas de mi generación que -emulando al mítico Gardel- tenemos ya "la frente marchita" y las "nieves del tiempo platean nuestras sienes", es quizá la ausencia de las reuniones de amigos en la peñas lo que más nos duele. Concretamente, a la que pertenezco y de la que soy miembro fundador, la peña "El Coro", lleva 43 septiembres consecutivos participando activamente de toda la parafernalia festiva. Una peña que con todas las experiencias vividas (buenas, regulares, malas y muy dolorosas como el fallecimiento primero de Valentín y luego de César; de todo ha habido, como en cualquier familia, aunque siempre se nos adhieren a la memoria los mejores recuerdos) se mantiene viva y actualmente la integramos cerca de 40 personas, algunas de las cuales no nos vemos más que en estas fechas; lo que siempre resulta emotivo y gratificante. Además, en mi caso, -a pesar de haber vivido en varios lugares diferentes, incluso fuera de España, a lo largo de mi vida, como diría Serrat "he navegado en cien mares y atracado en cien riberas"- he tenido la suerte de haber participado activamente en todos y cada uno de esos años desde aquél mítico 1977.
La pandemia de la Covid-19, aparte de los daños directos en vidas humanas y en la salud, ha segado drásticamente no sólo festejos populares, sino también tradiciones y costumbres, muchas de ellas centenarias: En Mieza, por ejemplo, la Cofradía de la Virgen del Amparo (que se celebra la Domenica Trinitatis, es decir, el domingo inmediatamente anterior al Jueves de Corpus) tiene constancia documental de que se ha celebrado todos años, ininterrumpidamente, desde la constitución de la Cofradía en 1679. Este año ha sido el primero, en 341, que no se ha celebrado.
Nos encontramos ante una situación completamente inédita que no nos deja margen de maniobra. Así, las normas acordadas entre el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas, por muy restrictivas que parezcan, están plenamente justificadas y obedecen a una situación clara de estado de necesidad, en la que se tienen que sacrificar intereses fundamentales de los ciudadanos: celebración de fiestas populares, reuniones masivas de familiares y amigos, adelanto de cierre de bares, lugares de restauración y ocio nocturno, etc., para salvar bienes más importantes: la vida y la salud de las personas.
Por ello, la Junta de Castilla y León, además de las obligaciones y recomendaciones que prescribe para todos los ciudadanos de la región en el Acuerdo 46/2020, de 20 de agosto (Bocyl 21 de agosto), de la Consejería de Economía y Hacienda, establece categóricamente que "Así mismo, se acuerda el cierre de las peñas, posibles focos de contagio y de relajación por los asistentes a las mismas de las medidas de prevención y ante las dificultades de seguimiento y control de las personas que han participado en las actividades desarrolladas en las peñas ante la posible declaración de un caso o brote en las mismas". Hay que reconocer que esta medida, drástica por supuesto, es lógica y acertada, teniendo en cuenta que en los festejos populares celebrados antes de la fecha del Acuerdo de la Junta han generado focos de contagio de la Covid-19: en Lumbrales y Macotera, por poner algún ejemplo, las reuniones en las peñas han fomentado el contagio principal.
Por desgracia tenemos que seguir conviviendo con el virus hasta que se consiga erradicar con garantías mediante una vacunación eficaz y masiva. Hasta entonces, debemos cumplir rigurosamente las medidas sanitarias e higiénicas impuestas por las autoridades.