El cristiano, lo decimos una vez más, tiene que ser fermento de luz y esperanza. Pueblos y personas que dicen no a la guerra y sí a la no-violencia; personas pobres que comparten lo poco que tienen con los que son aún más pobres; padres y madres que defienden la vida y dan la vida por sus hijos? Todos ellos son estrellas en la noche, rayos de la esperanza que necesita la humanidad.
Pero el ser humano no puede vivir sin esperanza y sigue aferrándose a todo lo que le prometa un futuro mejor. Y cuando falla la esperanza en Dios, puede conducir a considerar al ser humano como centro absoluto de la realidad, haciendo que ocupe el lugar de Dios.
En cualquier lugar, allí donde anida sufrimiento, hay un hueco para la esperanza.
La vida no es nada fácil. Ya Pablo VI afirmaba en su testamento que la vida es "dolorosa, dramática, magnífica". A pesar de todos los pesares, hay que apostar por la esperanza, por esa esperanza que nace contra toda esperanza. Hay muchos signos de que el Reino de Dios está más cerca que nunca: hay hambre de justicia, de paz, de amor. Llegarán días en que los seres humanos serán más hermanos, hablarán la misma lengua y los conflictos se solucionarán en la mesa del diálogo. No está muy lejano el tiempo cuando la verdad se imponga a la mentira, y el desierto será vencido por la vida. El mundo camina lentamente, pero camina.