OPINIóN
Actualizado 30/08/2020
Alfredo Pérez Alencart

Sergio Macías y el retrato de Miguel Elías (foto de Raúl Hernández)

Dejo conocer dos poemas donde entrañó a Salamanca el destacado poeta chileno Sergio Macías (Gorbea, Chile, 1938), Premio "Gabriela Mistral" (1971), Premio "Pablo Neruda" (1984), Premio "Ciudad de Tetuán" (1986), Premio "América V Centenario" (1991) y IX Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero (2016), entre otros. Durante 20 años fue asesor cultural de la Embajada de Chile en España. Entre sus poemarios se destacan: Las manos del leñador (1969), La sangre en el bosque (1974), Mecklemburgo, canción de un desterrado (1978), El jardinero del viento (1980), Memoria del exilio (1985), Noche de nadie (1988), El libro del tiempo (1988), Tetuán en los sueños de un andino (1989), El manuscrito de los sueños (1994), El paraíso oculto (2000), Ziryab, Cantos para Altazor (2012), El Viajero Inhóspito (2014) y Haykus de la transparencia (2017).

Salamanca, de Miguel Elías

SALAMANCA, AL CREPÚSCULO SIN FONDO

Hace muchos años descubrí Salamanca,

en Chile, rodeado por la Cordillera de los Andes

que se veía espléndida con sus sombreros de nieve,

y por la fuerza del mar que anidaba mi soledad

junto a los astros que caían como manzanas.

Allí, leí a Góngora, en librerías de viejo:

"Ayer naciste y morirás mañana.

Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?

¿Para vivir tan poco estás lucida,

y para no ser nada estás lozana?"

Y a Unamuno, el filósofo discordante,

el poeta misterioso; narrador de sus "Andanzas

y visiones españolas", y al político irascible,

con la luz sobre su frente condenando la fuerza

y la violación de los derechos de su España.

Cuando llegué a Madrid lo primero que hice

fue ir a conocer a la docta Salamanca

que acumula casi tres mil años de luchas,

sueños y leyendas por donde pasa el río Tormes.

Recorrí sus calles y moradas,

y la seguí visitando con encuentros inolvidables:

Alfredo, Jacqueline, Zepeda-Henríquez,

Tundidor, Pío Serrano, Shimose, Elikura,

Elías y tantos que están en mi sangre ardiendo

como las copas de vino que se llenaban

con el crepúsculo sin fondo de Salamanca.

En la plaza Mayor estuvo Cervantes y don Miguel,

cubiertos por la grandeza del verbo.

Hoy pienso en ella y en mis amigos,

con quienes compartí la magia de sus imaginarios.

Medallón de Cervantes en la Plaza Mayor, de Miguel Elías

FIGURAS ESCULPIDAS

"No es lo malo que vean la rana,

sino que no vean más que la rana"

Unamuno

Envuelto en el sol que deja sus brasas

por las calles de Salamanca,

llegué hasta el frontis de su Universidad.

Busqué entre sus figuras esculpidas

una rana sobre una calavera.

Dice la leyenda que al saber

que su existencia era breve

desafió la sentencia divina,

prefiriendo darse al placer

a lo largo del río Tormes.

No la defendió Luis de Góngora,

ni Calderón de la Barca,

tampoco Juan de la Cruz.

Hasta que llegó el día

en que Dios cumplió su decisión.

Sorprendido y acongojado

pensé si alguna vez viví en lujuria,

porque temo a la muerte

creyendo que no hay más vida.

No sólo Adán y Eva recibieron castigo,

sino todo cuanto existe en el mundo

que prefiere el gozo a la eternidad.

Retrato de Miguel de Unamuno, de Miguel Elías

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