Desde las bibliotecas nos recuerdan el papel del séptimo arte para enseñar
Salamanca es una ciudad de cine, una ciudad de espectadores y lectores que siempre ha disfrutado de la cultura y que, en estos tiempos inciertos, hace lo posible por volver a ella para disfrutarla y ver el mundo con otros ojos. Y en esta vuelta a nuestras buenas costumbres, hay que felicitar a las gentes del cine en Salamanca, representadas por los Van Dyck por ofrecernos todas las garantías para regresar a las salas de forma segura, así como a los bibliotecarios salmantinos que no solo promueven el libro, sino las plataformas audiovisuales que, con el confinamiento, se han vuelto vitales para todos nosotros.
José Luis Sánchez, desde la Biblioteca Municipal de Peñaranda ?sí, el de los posavasos literarios que tanto nos ha admirado- y Felicidad Campal, desde la Casa de las Conchas, reivindican el espacio de la biblioteca como "contenedor de cultura" y nos recuerdan las cifras de alta en las plataformas y el número de préstamos de películas y música. La cultura nos salva y no es más democrática que dentro de las bibliotecas de todos. Una cultura que no solo nos entretiene, sino que como nos recuerda la docente y pintora Ana Mangas, nos enseña desde la imagen. Suyos son todos los fantásticos proyectos visuales para el aprendizaje que aparecen en su página web y suya, junto a las palabras de Felicidad y de José Luis, es la defensa del cine como un mecanismo educativo cercano y atractivo para los alumnos y el público en genereal.
Un empeño generoso y entusiasta que tiene en la última película de Íciar Bollaín el mejor vehículo. 'La Boda de Rosa' no es solo su vuelta a un costumbrismo delicioso, crítico, cercano, veraz y contundente en la línea de "Hola ¿estás sola?", sino que se trata de una película que nos retrata magistralmente a todos desde la visión de la mujer hastiada de su vida entregada a los demás, siempre desde el humor y la cercanía. Escrita por la propia directora, quien maneja la cámara con una seguridad y una proximidad que lejos de agobiar al espectador le involucra aún más en la trama, y por la guionista Alicia Luna, la película narra la decisión de una mujer de mediana edad de escapar de sus circunstancias personales y emprender una nueva vida. La magnífica Candela Peña está rodeada de excelentes actores y no solo hace perfectamente creíble esta hermosa historia de retazos de vida, sino que cose la trama hasta hacernos reír y llorar con cada una de las frases y los gestos. Nada sobra en esta película, ni el espléndido guion, ni las poéticas imágenes, ni la gracia con la que interactúan como si de una misma familia se tratase, los actores.
¿Para qué sirve esta hábil comedia dramática tan próxima como la vida de cada uno de nosotros? Evidentemente es un vehículo excelente para hablar de los roles de género, el papel de la mujer en la familia, la entrega mal entendida del cuidado siempre atribuido a la mujer, pero no solo eso. Es una historia para detenerse en una nueva forma de vivir menos atentos al dinero, a la falta de tiempo, al trabajo estresante, a los deseos mal entendidos de libertad y de conciencia de uno mismo. Se trata de un punto de partida magnífico para iniciar una reflexión profunda sobre cada una de nuestras vidas y eso, en palabras de Ana Mangas, Felicidad Campal y José Luis Sánchez, es el papel de la cultura: disfrute, reflexión, acción? y todo desde el cine en un espacio emblemático de la ciudad de Salamanca, porque los cines Van Dyck siempre ha estado, con generosidad, prestos a la enseñanza y a la difusión del cine como mecanismo de aprendizaje. Una oportunidad de nuevo, para regresar, no solo al cine, sino a todo lo que nos identifica: cultura segura, cultura al alcance de todos, cultura para ser mejores, cultura como medio de aprendizaje, cultura dentro de la biblioteca, cultura siempre.
Charo Alonso.