Hay noticias que preocupan: los brotes de coronavirus se multiplican en todas las comunidades.
Hay noticias que duelen: cada vez son más las familias que debido a la pandemia no cuentan con ingresos para cubrir las necesidades más básicas.
Hay noticias que alarman: el lío de normativas que se contradicen unas a otras, más que mejorar la situación, la empeora.
Hay noticias que escandalizan: tres semanas antes que otros años, don Abel Caballero, el alcalde de Vigo, ha dado luz verde a la instalación de las luces de Navidad. Son dos las razones que meten prisa al consistorio gallego: por un lado, este año, son más las calles a iluminar, y por el otro la empresa encargada de realizar el trabajo necesita más tiempo para que en noviembre se pueda proceder a la inauguración del alumbrado con todas las medidas de seguridad. El hombre está tan entusiasmado que piensa invitar a los alcaldes de Madrid y de Nueva York y espera que la ciudad se llene de miles y miles de turistas que como en años anteriores querrán disfrutar del gran espectáculo de luces que tantos millones cuesta al ayuntamiento, es decir, a los ciudadanos. Y ahora viene la pregunta: ¿Qué sienten los vigueses ante el anuncio de su alcalde, indignación o vergüenza? Seguramente ambas cosas.
Los vecinos de Vigo, como el resto de los españoles, no entienden que mientras que hoteles, bares y restaurantes tienen que volver a echar el cierre porque las medidas de seguridad, no siempre razonables, les reportan más gastos que ingresos, los ayuntamientos puedan organizar estos eventos tan multitudinarios que cumplir todas las normas de seguridad es humanamente imposible aunque aseguren lo contrario. Los vecinos de Vigo, como el resto de los españoles, saben que si el dinero que se gasta en estos espectáculos tan vistosos, que gustan, claro, pero cuando los servicios imprescindibles funcionen al cien por cien, se gastara en personal sanitario, en profesores, en prestaciones de calidad, etc., el virus no hubiera podido castigarnos tanto como nos está castigando.
De todos modos, o cambian mucho las cosas en poco tiempo, o el alcalde de Vigo tendrá que liarse a invitar alcaldes para no verse más solo que la una, porque los ciudadanos de a pie, sea por miedo a los contagios, o sea porque están en bancarrota, tendrán que conformarse con ver su maravilloso espectáculo de luces a través de la tele.