Es difícil contener los abrazos. Alegrarse hacia adentro, con los brazos abiertos y expansivos, receptivos, ansiosos, ávidos por el encuentro, expresivos de tanta alegría acumulada; es difícil, es extraño abrazar hacia dentro.
Es raro comunicar con las bocas tapadas, imposible regalar sonrisas, protagonistas los ojos, las gafas, cristales que se empañan, mordazas que aminoran nuestra voz, que ahogan los gestos.
Celebramos alborozados encuentros deseados, soñados, amados, acrecentados en el transcurso de la espera. Se encuentran con abrazos contenidos.
Corazones viajeros cruzan fronteras, se mueven, surcan mares, vuelan horizontes, deshacen maletas, desempolvan recuerdos, se ilusionan con encontrar nombres conocidos, escriben deseos en los cielos de anotar anhelos, espumas ingrávidas que mantienen en lo alto nuestros sueños.
El suelo nos obliga, los pies en la tierra, las miradas inteligentes que todo lo leen, que todo lo expresan, la terca realidad nos hace la lista de lo prioritario ahora, en unas notas a vuelapluma que armonizan con los datos, las cifras, la vuelta a aquello que nos costó tanto interiorizar, a todo lo que no hemos acabado de abandonar.
La cordura se impone, y conjugamos el verbo cuidar, que tanto tiene que ver con amar, con estar con el otro aprendiendo a convivir con el muro del respeto. Bocas que no se unen, caras que no se rozan, abrazos contenidos y mucha fuerza en las miradas, besos dados hacia otro lado porque les ponemos alas, porque en el fondo sabemos que el amor marca sus pasos y siempre sabrá hacer su recorrido, besos que vuelan, abrazos que se guardan bajo la estera.
Y confiar, siempre esperanza en que todo pasa y en que todo llega, anhelar que cesen las cifras y gane la vida; cultivar el cuidado, dar tiempo a que los brazos florezcan; aguardar a que venga el momento, creer que es posible, que todo vuelva?
Saber esperar para quien no puede soportar la espera.
Abrazos deseados, abrazos diseñados, abrazos amarrados, abrazos retenidos, abrazos contenidos, abrazos guardados.