"Aceptar nuestra vulnerabilidad en lugar de ocultarla es, la mejor manera de adaptarse a la realidad" (David Viscott)
Parece ser; que fue por el 2009, cuando Occidente comenzó a darse cuenta de que el capitalismo salvaje es insostenible. E, incluso de una verdad todavía más incómoda: que la crisis económica y financiera que padece el sistema es un fiel reflejo de la escala de valores y de conciencia que vive desde hace tiempo la sociedad, Parece como si hubiéramos perdido el rumbo. Y al no saber a dónde vamos, la vida nos está revelando una dirección a seguir por medio de profundas modificaciones estructurales. Y, aunque sería muy de desear, que los grandes prebostes, de la política, la industria, la banca y los todopoderosos mercados financieros despertaran a esta responsabilidad, nos tememos, que no será fácil, que los mismos se sumen a estos imparables cambios que se avecinan. No hay más que observar lo que ocurre a nuestro alrededor y, en las cercanías.
Aunque necesarios, los cambios que no elegimos de forma voluntaria y consciente no suelen ser fáciles de asumir ni de aprovechar. Por eso, en general, no nos gustan, incluso los tememos. Pero hay una ley en la naturaleza que dice; nada muere ni se pierde, sino que se transforma. Y que para construir lo nuevo, primero debe destruirse lo viejo, lo que sobra, lo que ya no es útil y ha dejado de tener sentido. El resultado? Empresas que quiebran. Oficinas bancarias que cierran. Sectores que desaparecen. Despidos masivos. Y a nivel psicológico, una contagiosa epidemia de incertidumbre, inseguridad y miedo.
Muchos economistas coinciden en que este proceso de regeneración del sistema no ha hecho más que empezar. Y aunque nadie sabe exactamente que va a pasar, conceptos como confianza, equilibrio, ética, sostenibilidad, humanismo, y sentido etc., son cada vez más pronunciados y demandados por los individuos y las organizaciones como solución real al escenario psicológico y económico actual, y aunque todos estos vocablos tengan una atrayente vitalidad, tampoco podemos dejar de obviar la incertidumbre que provoca la corrupción, el lodazal en que se encuentra metido el sistema y su estamento político.
De ahí que, por más que sigan mirando hacia otro lado, a lo largo de la próxima década las empresas van a tener que humanizar su manera de gestionar a los trabajadores, así como minimizar el impacto negativo que tienen sus actividades sobre el medio ambiente. Y por más que nos resistamos, a los ciudadanos de a pie no nos va a quedar más remedio que modificar muchos aspectos de nuestro estilo de vida materialista.- Esta diabólica pandemia, nos va a ayudar a tomar medidas de adaptación, y además con prisas.-
Los sociólogos más visionarios predicen que los cuatro pilares del nuevo paradigma económico emergente van a ser la responsabilidad personal, el ahorro consciente, el comercio justo, y el consumo ecológico. Y no solo eso. Una minoría cada vez más mayoritaria empieza a hacerse escuchar, cuestionando la correlación entre el crecimiento económico que genera el sistema capitalista y el bienestar de la sociedad. El proceso ha comenzado, -(no hay más que ver este entramado de fuerzas políticas emergentes desde la ciudadanía, que se han integrado estas pasadas elecciones). Más allá de caer en el victimismo, o incluso en el fatalismo, la crisis puede convertirse en una oportunidad de cambio, crecimiento y revolución, tanto individual como colectiva. Es hora de asumir la responsabilidad de nuestra propia vida, debemos redescubrir quienes somos verdaderamente y emprender proyectos profesionales útiles, creativos y, sobre todo, con sentido. Por ello, se presiente, que una vez transcurrido ? este año apretado de elecciones-, puede ser que se abra una nueva etapa social y económica, basada no en lo que tenemos, sino en lo que somos? ¡Vamos digo yo!
Fermín González Salamancartvaldia.es blog taurinerías