En todo Estado moderno hay una línea que delimita el punto en el que el poder sobre la vida se transforma en poder de muerte y la biopolítica se transforma en tanatopolítica. G. Agamben (Homo Sacer) Hoy en día la medicina puede otorgar al poder
Seguimos en plena pandemia a pesar del calor, rebrotes, nueva oleada, posiblemente la falta de responsabilidad de muchos y los movimientos interiores vacacionales tempranos, han adelantado los brotes. Esta realidad está obligando a tomar nuevas medidas, como el uso obligatorio de mascarillas y la limitación de la movilidad en ciertas localidades. El covid-19 es una enfermedad todavía poco conocida y la vacuna no se la espera a corto plazo. Debemos recordar la lección: No estábamos preparados para una amenaza semejante, pero no sé si nos estamos preparando a conciencia para esta oleada que se avecina.
Me gustaría traer a este blog las reflexiones del filósofo italiano Giorgio Agamben. Como muchos intelectuales ha ido escribiendo en medios de comunicación en estos meses de pandemia. Desde hace años ha estado muy atento al estado de excepción, gracias a su estudio sobre W. Benjamin, creando con sus tesis aplicadas a la nueva situación que estamos viviendo, no pocas controversias.
Ha retomado también en estos meses, alguno de los conceptos de su obra Homo Sacer, como la nuda vida; esa vida desprotegida y expuesta, que está más allá de las condiciones normales de vida, de las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas, ante el peligro de caer enfermos. Para Agamben, la nuda vida y el miedo a perderla, no es algo que una a los hombres, más bien los separa, cancelando al prójimo. El otro, no es solo un posible agente de contagio, es nuestro prójimo, al que debemos mirar con solidaridad y amor.
Giorgio Agamben, es filósofo y escritor. Profesor de Filosofía en la Universidad de Verona. Renombrado intelectual, ha sido reconocido como uno de los pensadores más provocadores e imaginativos de la filosofía contemporánea y la teoría política, y en particular por sus investigaciones sobre el poder, la soberanía y el estado de excepción. En su pensamiento son manifiestas las influencias, entre otras, de Benjamin, Heidegger, de quien fue discípulo en distintos seminarios, y Foucault, a cuya concepción de la biopolítica quiere dar continuidad.
Una sociedad que vive en estado de emergencia perpetua no puede ser libre. Nuestras sociedades están sacrificando la libertad por razones de seguridad, viviendo en un estado permanente de miedo e inseguridad. Esta es la razón por la que en la expansión del virus se hable de guerra, la más absurdas de las guerras, ya que el enemigo no está fuera está dentro de nosotros.
El pensador reclama la necesidad de la lucidez, el encierro nos ha enseñado que no solo se combate el virus confinados y alejados, sino exigiendo a los organismos públicos que devuelvan a los hospitales los medios que se les privó y reconstruir un sistema de salud digno y para todos. La lucidez nos debe llevar a comenzar hacer muchas cosas de nuevo, no podemos volver a recluirnos en la religión del dinero, el consumismo y la ceguera de los administradores.
Tendremos que mirar todo de nuevo, la tierra en la que vivimos y las ciudades en las que habitamos, las políticas que consentimos, ya que hemos perdido la capacidad de habitar. Nuestras ciudades y pueblos se han convertido en parques temáticos para turistas y lo más urgente es volver aprender a habitar los lugares donde vivimos. La gran pregunta de los filósofos después de la pandemia no es "¿de dónde venimos?" y "¿a dónde vamos?", sino simplemente: ¿En qué momento estamos? Comenta Agamben que es la pregunta que debemos tratar de responder, no solo con la palabra sino con la vida.
El pensador comenta que la realidad que estamos viviendo es el fin de un mundo, el de las democracias burguesas, fundadas en los derechos, los parlamentos y la división de poderes fruto de la Ilustración. Estas democracias están cediendo paso a un nuevo despotismo que será peor que los totalitarismos, lo llaman Security State, es decir, un Estado en el que "por razones de seguridad", donde por motivos de salud (hace referencia el pensador a la época del Terror en la Revolución Francesa), se puede imponer cualquier límite a las libertades individuales. El decretazo de los políticos correspondientes puede sustituir al poder legislativo y el principio de libertad de poderes. El control se realiza ahora con cámaras de video, con teléfonos móviles, excediendo el control ejercicio por regímenes totalitarios como el fascismo, nacismo o comunismo.
Otro de los puntos conflictivos a los que apunta el pensador y el más peligroso, es confiar a los médicos y a los científicos decisiones que en última instancia son éticas y políticas. Los científicos, con razón o sin ella, persiguen de buena fe sus razones, que se identifican con el interés de la ciencia y en nombre de las cuales, están dispuestos a sacrificar cualquier escrúpulo de orden moral.
La ciencia se ha convertido en la nueva religión de nuestro tiempo. Comenta que, en nuestra cultura occidental, han coexistido y, hasta cierto punto, siguen coexistiendo tres grandes sistemas de creencias: el cristianismo, el capitalismo y la ciencia. La gran protagonista de nuestro tiempo, es aquella parte de la ciencia en la que la dogmática es menos rigurosa y el aspecto pragmático es más fuerte: la medicina, cuyo objeto inmediato es el cuerpo vivo de los seres humanos
Los teólogos declaraban que no podían definir claramente qué es Dios, pero en su nombre dictaban reglas de conducta a los hombres. Los virólogos admiten que no saben exactamente qué es este virus, pero en su nombre afirman decidir cómo deben vivir los seres humanos. El poder profano debe asegurar que la liturgia de la religión médica, que ahora coincide con toda la vida, se observe puntualmente en los hechos. ¿Será el siguiente paso que decrete ex lege lo que se debe comer y cómo se debe vivir, transformando toda la existencia en una obligación sanitaria? Pensemos en las enfermedades cardiovasculares, en la obesidad, el tabaquismo, etc.
Po último, la nueva religión médica toma del cristianismo la instancia escatológica que éste había dejado caer y del capitalismo el concepto de crisis perpetua. Estamos viviendo en un eschaton en el que la decisión extrema está siempre en marcha y el fin al mismo tiempo se precipita y se aplaza. Es la religión de un mundo que se siente en el fin y que sin embargo es incapaz, como el médico hipocrático, de decidir si sobrevivirá o morirá.
El pensamiento de Agamben, es uno de los más leídos y respetados de la Europa actual. Los conocimientos filológicos desplegados en algunas de sus obras, son fundamentales para desentrañar algunos de los misterios de la fe. Desde que comenzó la pandemia el filósofo se ha entregado a sus reflexiones y a las implicaciones políticas y morales en esta situación.
Podemos o no estar de acuerdo con él, ha sido alabado y criticado, censurado y entrevistado por los periódicos más importantes del mundo en los últimos meses, pero sus escritos dan que pensar. Ahí está su pensamiento, que como el vuelo de la lechuza de Minerva emprende su vuelo al atardecer, ya en plena noche. Pero es un pensamiento que quiere estar en el mundo y, sobre todo, en las situaciones límites que está provocando el virus. Más allá de los análisis y respuestas, Agamben no ha perdido la pregunta sobre esta realidad tan compleja que estamos viviendo, ¿qué está realmente pasando? ¿en qué momento estamos?