Y 70 años de cura de un sacerdote misionero salmantino
Cuando terminamos el confinamiento como situación excepcional, fruto de la generalización en nuestro país de la contaminación del covid19, parece que salimos todos como en tromba, ansiosos de reencontrarnos con nuestros mayores, con nuestros familiares o con nuestros amigos, como queriendo recuperar el tiempo perdido, y sin tener en cuenta que el virus sigue ahí y que, de hecho, ha comenzado a manifestarse de nuevo y a producir la necesidad de intervención hospitalaria e incluso llegando de nuevo a producir muertes irremediables.
Es cierto que continuamos con el miedo y las prevenciones para superar las posibilidades, más que probables, de contagiarnos de las manifestaciones o de los efectos de la temible pandemia.
Todo el mundo está pensando, y sobre todo deseando, gozar de unas reconfortables vacaciones. Muchos pensarían incluso programarlas en un país diferente del nuestro. Pero el miedo los atenaza y no les permite decidirse a poner en práctica ese proyecto.
Las vacaciones se van programando, con temor, en las playas españolas, donde no haya demasiadas limitaciones, por aforamiento limitado o por otros lógicos condicionamientos.
Pero la mayoría de la gente, por seguridad o por economía, parece preferir las vacaciones este año en el interior del país, sobre todo en la multitud de casas rurales expandidas por toda España.
Mientras, la gente parece adelantarse, y desquitarse del tiempo perdido, acudiendo a bares, a terrazas, a restaurantes, con las limitaciones convenidas, guardando las distancias establecidas de metro y medio o dos metros, y llevando puesta la mascarilla protectora.
Pero algunos aprovechan para organizar festejos excesivamente concurridos, incluidas discotecas y lugares cerrados, provocadores de contagios de la pandemia y portadores de ella a diferentes lugares. Incluso sin el uso de mascarillas ni guardando las debidas distancias sociales, sino más bien, saltándose las normas, proceden a todo tipo de contactos físicos, pensando quizás que el virus está ya dominado, o que a ellos, especialmente si son jóvenes, no les afecta. Pero ya podemos esforzarnos en guardarnos del contagio.
70 años de sacerdote, del misionero salmantino Leoncio Redero
Y ya está bien de contar tragedias y amenazas. Pongamos una nota de grande y festiva alegría, que bien merece la pena contarse y dejar constancia de ella. El jueves día 9, se celebraba en Asunción (Paraguay), el notable acontecimiento de cumplirse los 70 años de sacerdote de nuestro misionero Leoncio Redero.
Leoncio partió para Paraguay con el grupo de jóvenes sacerdotes misioneros salmantinos que eran enviados a hacerse cargo del Seminario de Villarrica en el año 1956. Allí desarrollaría una encomiable acción pastoral en la preparación de los futuros sacerdotes del país.
Pasados unos cuantos años, regresó a Salamanca y se dedicó sobre todo al trabajo de la pastoral rural, y también acompañó a los sacerdotes salmantinos en su tarea pastoral, especialmente en la época del posconcilio, siendo nuestro obispo don Mauro Rubio Repullés.
Él mantuvo siempre vivo su espíritu misionero, y animó a otros sacerdotes a cultivarlo, con la añoranza de poder volver a entregar su vida sacerdotal y misionera en Paraguay. La ocasión surgió cuando el meritorio sacerdote salmantino Wences Yubero, que había servido muchos años en la creación y atención a la parroquia Virgen del Carmen en Asunción, la capital, fue llamado al cielo después de entregar allí toda su vida.
Leoncio pensó que había que continuar la obra de evangelización de aquella parroquia, y comprendió que era el momento de regresar para continuar su trabajo apostólico en Paraguay. Era el año 2000 y desde entonces ha permanecido ofreciendo su vida y su trabajo en aquellas tierras. Con razón deben reconocer los paraguayos su tarea, y pueden celebrar gozosamente sus 70 años de sacerdocio. Nos unimos y nos gozamos en la celebración del acontecimiento. Aunque ya tenga destinado terminar allí su vida y su trabajo, sigue siendo un sacerdote misionero salmantino. ¡Enhorabuena, Leoncio!