OPINIóN
Actualizado 07/07/2020
Fernando Robustillo

Los reencuentros han sido esperados con gran deseo y han pasado por aquella fase nostálgica en el que la frase que se imponía era "¡cuándo nos veremos!".

¡Ya nos estamos viendo!

Cada uno de ustedes tendrá un reencuentro especial. En nuestro caso ese reencuentro especial, sin desmerecer ningún otro, es el de los nietos.

En la vida de los niños -con uno y tres años previos al confinamiento-, cuatro meses sin verlos es el paso del tiempo en toda su esencia. No existe mejor reloj que el crecimiento de un niño. Y la piel con piel, a pesar de las reservas en época del covid, no la igualará ningún robot informático.

En los reencuentros se amontonan las anécdotas. Entre otras, recuerdas el día en el que, cual fósil, vía móvil, la nietita pedía a su abuela: "Abuela, ¿me puedes enseñar al abuelo?".

O aquel otro en el que los encontré llorando y la causa de los lloros era mi inoportuna llamada, una llamada que se "coló" interrumpiendo "El pollito pío pío". Imperdonable ver en ese momento la canosa figura de este abuelo. Eso es la sinceridad que nos gusta de los niños.

Ahora es distinto, pasamos con ellos unos días de playa y los cuentos del abuelo superan el empacho de dibujos. Además, con la nieta mayor en la edad de las preguntas, estas no se las salta un poeta: "Abuelo, dónde bebe el mar". "¿Y por qué tiene tanta sed?". ¡Ay los niños! Por qué creceremos y dejamos de ser tan sabios.

A "mis" dos criaturas -también por fortuna tienen su otros abuelos-, tan pequeñitos aún, no les corresponde saber leer, pero recuerdo a un sobrino que en sus primeras lecturas observaba todos los carteles, y en un viaje en carretera me hizo una pregunta de presidente: "Tío Fernando, ahí pone 'si bebes no conduzcas'. ¿Por qué no se puede beber agua?". ¡Ay, los niños!

Piaget, gran científico estudioso de la infancia, decía que todo lo que enseñamos a los niños evitamos que lo aprendan por sí mismo. Nosotros decimos que, en su abstracción, el señor Piaget seguro que llevaría razón, pero también los abuelos tenemos nuestro sitio en el mundo de los niños, y más bien positivo que negativo.

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