Anda el mundillo de la Enseñanza Concertada revuelto e indignado por el ninguneo al que lo ha sometido el Gobierno de la Nación negándole acceder a los fondos de reconstrucción de las consecuencias de la pandemia de la Covid-19, que se destinarán, en exclusiva, a la Enseñanza de Titularidad Estatal. Y digo estatal, porque creo que la Enseñanza Concertada también es pública pues se atiene a las leyes públicas comunes y está financiada, en parte, por fondos públicos. Digo "en parte" porque si, por ejemplo, un Centro Concertado tuviera que llevar a cabo determinadas obras para adaptarse a la legislación educativa emanada durante el Estado de Alarma, los dineros que costasen no podrían detraerse de los fondos públicos destinados al pago del personal y a un mínimo, con mucho trabajo suficiente, de gastos de funcionamiento.
Tengo para mí que eso es un ataque a la libertad de enseñanza y, en concreto, a los derechos constitucionales de los que gozan las madres y padres de alumnos. El famoso artículo 27 de nuestra Constitución de 1978, todavía vigente. La libertad es condición necesaria para la democracia y, a la par, es uno de los baremos principales de ésta, de modo que, si no hubiera libertad, tampoco habría democracia, o esta sería, "orgánica" o "popular", la primera bajo el dominio de las mal llamadas derechas y la segunda impulsada por las también mal llamadas izquierdas. En suma, formas ambas, más o menos larvadas o encubiertas, de totalitarismo. Una manifestación típica del totalitarismo es la afición a que el Estado lo engulla todo. Podríamos llamar a esa tendencia, provisionalmente, estatalismo.
En el ámbito de la Educación, el franquismo, por hablar claro, no pudo estatalizarla del todo ?no estaba todavía desarrollado del todo el desarrollismo y no había dinero suficiente-, pero se dedicó, cuando pudo, incluso en su época última, que algunos conocen como "dictablanda", a levantar Instituciones Educativas estatales en la máxima proximidad de las Instituciones de Titularidad privada o eclesial. ¿Sería para hacerles la competencia o era que había que construirlas allí porque es donde había niños, futuros alumnos? De modo que, en la actualidad, no es raro encontrar un Instituto de titularidad pública casi pegado a un Colegio concertado, de iniciativa social o eclesial, que es lo mismo. O viceversa. Un ejercicio interesante sería comparar los años de fundación y puesta en marcha de uno y de otro. A veces, uno o dos Institutos o Facultades ocupan el mismo lugar que había ocupado antes una institución educativa católica. Podríamos criticar ahora el triunfalismo eclesiástico nacionalcatólico, pero no es ese el objeto de este artículo.
Lo que quiero decir es que el "esfuerzo estatalizador" no es nuevo y rebrota una y otra vez, cual coronavirus político, en los últimos ¿cien años? de nuestra historia, unas veces por las bravas, otras de modo más moderado o mediante técnicas de ingeniería social. Con un oasis de sentido común y de pragmatismo: los Gobiernos de Felipe González que, sin renunciar al control ideológico de la Enseñanza, supieron concitar consensos y respetar libertades. Y crearon la Enseñanza Concertada.
He trabajado durante 37 años en la Enseñanza llamada pública y puedo dar fe de una de sus fortalezas, tal vez la más grande: la preparación del profesorado, pues no en vano la mayoría han sacado su plaza por Oposición, como yo mismo hice en 1977. Durante muchos años el nivel del profesorado "estatal" era tal que parece de justicia reconocer que las mejores cabezas de España no estaban, por lo común, en las Universidades, sino entre los catedráticos de Instituto.
Si admitimos la hipótesis de que los profesores de la Enseñanza estatal eran los mejores ¿por qué razón o razones no ha desaparecido la Enseñanza Concertada, teniendo en cuenta, además, que la crisis demográfica facilitaría mucho las cosas, dada la falta de alumnos? Una de las razones, parcial, por supuesto, no pretendo que sea única, estaría en el contenido de la palabra "funcionario", que a muchos no les impide seguir progresando e innovando, pero a otros sí, porque no es fácil echar de su puesto a un funcionario, por mediocre que sea su desempeño. Por otra parte, los Concursos de traslados hacen difícil un factor sustancial en Educación: crear equipos. Recuerdo al respecto una anécdota, ocurrida en el bar de uno de los muchos Institutos públicos en los que he ejercido: estábamos ocho profesores o profesoras tomando un café y me dio por preguntar: ¿Quiénes de vosotros habéis sido directores de centro? Respuesta: todos, incluido yo. Por cierto, el Director o directora del Instituto no estaba en ese momento en el bar. Es difícil gobernar una institución donde todos son líderes y tienen muchas razones para tener razón. Y también es difícil hacer equipo, mas no imposible, como demuestra también la experiencia. En un Colegio Concertado también es difícil, pero menos. Profesores de la Pública o de la Concertada tienen su corazoncito político y su ideología, pero en algunos Centros el pluralismo se convierte en guirigay político partidista, lo que puede lastrar la eficacia docente y, si los profesores tienen una relación crispada entre ellos a causa de la política, no es difícil que esa crispación se traslade a los recreos y a las relaciones entre alumnos, dentro o fuera del Centro.
Otro factor importante es la existencia de un Ideario de Centro, o como se llame, cosa legítima en una sociedad democrática y, por definición, plural. Respetando las Leyes generales, es menos difícil elaborar un Proyecto Educativo en un Centro donde hay un Ideario claro, respetuoso con todas las ideas, pero claro. Esto del Ideario de Centro, especialmente en los centros de iniciativa social de la Iglesia, tiene mucha importancia, aunque hay que reconocer que cada vez menos, pues ahora lo que prima es la "calidad". La calidad y "el nivel" no debería ser incompatible con, por ejemplo, el humanismo cristiano, pero existe el peligro de perder la raíz para obtener lo más rápidamente posible los frutos, es decir, los expedientes de Sobresaliente. Y lo que es peor, transformado el Ideario en papel mojado, dejarse llevar todos, profesores e alumnos, como diría Alfonso X, por la crispación política y social que hay en el ambiente. Pero ese es otro asunto, que supera la reflexión y la extensión de este artículo.