Llevamos ya días en la andadura de un verano que se barrunta distinto de los demás. Y todo ello debido a las consecuencias que ha traído la pandemia del virus corona, que sigue devastando diversos países y continentes, porque no siempre la sensatez habita en las mentes de los gobernantes.
Entre nosotros, en nuestro país, son varias las cuestiones que ha puesto sobre el tapete la crisis social, económica y hasta humanitaria que la pandemia ha traído, debido a las medidas que nuestros gobernantes ?creemos que, en general, con acierto? han tenido que tomar.
De entre tales cuestiones, dos están ahí, bien visibles todos los días: la importancia de la sanidad pública, no solo ante estados de alarma sanitaria, sino, en general, en la vida social de todos; así como el empobrecimiento y la precariedad a que determinados sectores de nuestra sociedad se han visto abocados, debido a las pérdidas de empleos y todo lo que ello conlleva; de tal manera, que gentes que nunca lo hubieran pensado se han visto abocadas a recurrir a bancos de alimentos y de auxilio social que se han creado, por solidaridad vecinal, en barrios, por ejemplo, de Madrid y de otras ciudades.
Y aquí nos surge ?lo hemos expresado en otras ocasiones? esa leyenda de tradición judía de que el sentido del mundo se sostiene, en cada momento histórico, por la presencia de una minoría de seres justos, que mantienen la llama de la humanización del mundo.
Pondremos dos ejemplos, sacados, al azar, de lo que veíamos y escuchábamos estos días en los medios de comunicación. En un reportaje televisivo sobre un banco de alimentos en un barrio de Madrid, se entrevistaba a uno de los que dedican su tiempo a mantenerlo: un profesor de secundaria, llamado Casildo, entrado en años, de un instituto madrileño, que ya, desde su primer día, dedica sus vacaciones a tal tipo de ayuda.
El otro ejemplo es el conocido y reconocido intelectual sevillano Emilio Lledó, al que escuchábamos en un programa de radio, en que lo entrevistaban, decir frases esclarecedoras sobre la importancia del bien común. Potenciar los servicios públicos, la sanidad pública, la educación pública?, es potenciar la democracia ?venía a decir Lledó?; de ahí que, cada vez que se les recorta y se privatizan, la democracia se convierte en más frágil, pierde solidez.
No, los recortes sanitarios ?como ha querido hacernos creer un gobernante autonómico estos días? no son una leyenda urbana, son una realidad que nuestra sociedad ha tenido que soportar a lo largo de no pocos años.
Qué importante es, en estos momentos, en nuestra sociedad ?como también en todas? esa presencia de los justos y de sus perspectivas en favor del bien común; da igual que sean anónimos, como el profesor Casildo, o conocidos y reconocidos, como Emilio Lledó.
Lo importante es que se mantenga esa llama de la humanización, del bien común, como faro y como luz que nos da sentido a todos, frente a tanto griterío y a tanto sinsentido como nos ha tocado y nos sigue tocando soportar en este tiempo tan extraño.