Alvaro Mata Guillé y A. P. Alencart (foto de la pantalla del ordenador, tomada por Jacqueline Alencar)
Agradezco al poeta y dramaturgo costarricense Álvaro Mata Guillé, coordinador del Festival internacional de poesía En el Lugar de los Escudos, por la deferencia que tuvo al invitarme a leer unos poemas en el Festival que coordinó desde México. La lectura de los cuatro poemas la hice el 15 de junio, día que comenzó el festival y que durante cinco días convocó a poetas de Finlandia, Italia, México, Costa Rica, Egipto, Puerto Rico, Colombia, España, Portugal, Chile o República Dominicana, entre otros.
Y agradezco también al poeta y filólogo Juan Carlos Martín Cobano, secretario general de Tiberíades (Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos), por haber preparado esta síntesis con mi intervencion en dicho festival, y por haberla subido a su revista.
Aquí les dejo con el enlace de Tiberíades, donde podrán encontrar el Vídeo:
Y aquí uno de los poemas leídos:
A. P. Alencart leyendo 'La casa del perdón' en la sala de su piso a orillas del Tormes (foto de Jacqueline Alencar)
LA CASA DEL PERDÓN
Oye cómo los odios vociferan contra ti su idioma
de muerte y destrucción.
Oye sus bravíos saltos para hacerse con el cetro de la jauría.
Oye sus pasos salvajes trayendo desolación al inocente
que apenas se mantiene en pie.
Oye sus murmuraciones que les lleva a hirvientes desvaríos.
Oye el triste resonar de sus respuestas adulteradas.
Oye la enumeración de tan malolientes costumbres.
Oye las blasfemias que duelen como mordeduras.
Oye sus amargas maledicencias entretejiéndose pálidamente.
Oye la falta de remordimientos que expresan.
Oye sus palabras impregnadas de fósforo y estiércol.
Oye cómo pregonan su inmisericordioso menester?
Óyeles con tu corazón asediado por ese prontuario
de conspiraciones y patrañas.
Óyeles sin retroceder, pues tu poder es el amor
que les resulta inalcanzable.
Después de oírles,
enseñarás que la casa del perdón está hecha de amor
y que el amor no es un reino ajeno ni una fría lápida sin epitafio.
Darás la paz y el perdón a tus angustiadores
y que ellos escarben en su memoria
el inventario de infamias
o revisen el aceite caliente que irriga sus corazones.
Porque Su amor está contigo
nada entenebrece la convivencia de tu casa.
He aquí el testimonio que abre la puerta a vidas deshabitadas,
a hijos pródigos volviendo a la llamada del amor.