OPINIóN
Actualizado 27/06/2020
Francisco Aguadero

La expresión nueva normalidad ha sonado con fuerza en las últimas semanas y se ha consolidado al incluirla el Gobierno en el Plan de Transición hacia una Nueva Normalidad. La realidad es que se trata de una expresión empleada desde hace décadas, tanto en el ámbito de la política como en el de la economía y otros. En los años setenta ya se aludía a la nueva normalidad democrática a la que había que irse acostumbrando y disfrutarla.

El Congreso de los Diputados de España, sede de la soberanía popular, ha aprobado, por inmensa mayoría, el Decreto Ley para la nueva normalidad. Las cosas van así de prisa. El sábado pasado hablábamos de las desescaladas, hoy ya podemos hablar de la nueva normalidad con sosiego. Que los amigos lectores lean y vean, con total normalidad, el uso convenido de esta expresión para la convivencia, tras la invasión a la que nos hemos visto sometidos por el coronavirus. El alto consenso alcanzado para la aprobación del Decreto, pone de manifiesto el inicio de la desescalada de la crispación en la política y que los pactos son posibles en pro de la salud y el bienestar.

Sobre el papel y para todo el territorio nacional español (cada país tendrá su propia evolución de la pandemia, pero es bueno fijarse en los demás, por si nos sirve de ayuda), tras la desescalada en cuatro fases (0+3), se recupera, relativamente, la vida cotidiana con una nueva normalidad: terminan las restricciones sociales, económicas y de actividades impuestas por la lucha contra la pandemia, pero se mantiene la vigilancia epidemiológica, el reforzamiento del sistema sanitario, la protección y autoprotección de la ciudadanía.

Asusta, sin embargo, el mapa de nuevos brotes que, aunque controlados, salpica a una parte del ámbito nacional, máxime, cuando esos contagios se produjeron estando aún bajo el estado de alarma. Ya veremos qué pasa con la llegada de la nueva normalidad, la liberalización de movimientos, el relajamiento de la población y la apertura de fronteras. Porque el virus sigue estando ahí y el eslogan de que "Lo paramos unidos" debería seguir presente en nuestras mentes y acciones.

La Covid-19 nos ha traído una serie de palabras nuevas o expresiones que, puestas de manifiesto, se han convertido en materia de análisis, discusión y hasta enfrentamiento, como es el caso de la nueva normalidad. Expresión tildada en principio de cierta cursilería y hasta contradictoria, pero que se ha impuesto tras su validación normativa de lo que pretende por el Congreso de los Diputados, asumida por la mayoría de la clase política, los medios de comunicación y la ciudadanía. Cabe pensar que tampoco será rechazada por la Real Academia de la Lengua, esta ya contempla el axímoron, que es una combinación de dos o más palabras o expresiones, en una misma estructura sintáctica, pero con significado opuesto que originan un nuevo sentido. Es el caso de la expresión que nos ocupa, donde la normalidad, por el hecho de ser algo cotidiano, no puede ser nueva. Por supuesto que las palabras importan, porque suelen describir una realidad y también una elección por parte de quienes tienen capacidad para tratar de imponerlas en el uso general y, por tanto, el usar una u otra terminología no suele ser casual.

Es probable que el mensaje que se quiera transmitir es que se va a recuperar la normalidad, aunque esta no sea la que conocíamos antes de la pandemia, sino una diferente y, siendo así, hubiera sido más acertado y entendible hablar de volver a una normalidad nueva. Porque será distinta a la que conocíamos, es una normalidad novedosa. Podremos seguir yendo a la playa, pero no a aquellas playas amontonadas de gente donde no había sitio para poner una toalla, sino a otras con aforos limitado y respetando las medidas de distanciamiento físico unos de otros. Estamos ante una expresión bien formada y con un significado transparente y entendible.

En cualquier caso, es una normalidad frágil, porque el virus sigue presente y así lo ponen de manifiesto los nuevos brotes. La nueva realidad genera una nueva normalidad. El Real Decreto Ley sienta las bases con nuevos hábitos y dicta las medidas que regirán esa nueva normalidad, así como los detalles de cómo viviremos tras el cese del estado de alarma por la pandemia. Ahora somos los ciudadanos quienes, responsablemente, debemos atenernos a esas normas de prudencia, responsabilidad, higiene y uso de mascarillas o mantener las distancias. Comparto con Unamuno ese pensamiento de que, sin rigor en el cumplimiento del deber, las sociedades no pueden avanzar. Cumplamos y avancemos, sin relajarnos.

Nos acompaña el Ultimo de la Fila, con Lápiz, tinta:

https://www.youtube.com/watch?v=uAlQxohQAXM

Aguadero@acta.es

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