Hoy ha acabado el estado de alarma. Nosotros hemos seguido trabajando todo el tiempo, si a esto se puede llamar trabajo. Para mí he tenido una casa con mis hijas y otras cuatro con los chicos y chicas de las Casas Escuela Santiago Uno. Hemos estudiado, hemos hecho deporte, hemos aprobado el curso, hemos cantado y bailado, hemos hecho manualidades, hemos cocinado, hemos mantenido huertos y jardines y nuestros inmigrantes sin papeles de la casa de Chamberí han seguido superviviendo con las ovejas y los huertos. También se han mantenido las abejas, los olivos y las viñas.
Mi conclusión como decía Rousseau en el siglo XVIII, preludio a la Revolución Francesa. El hombre es bueno por naturaleza y la sociedad le pervierte. Con nuestros chicos lo veo claro, ha sido un gusto de confinamiento con ellos, y con los compañeros educadores. Teníamos menos prisas, más tiempo para compartir y más tiempo para darnos cariño e incluso discutir. Fuera los camellos, parece que aunque no del todo, también estaban más confinados. La mayoría de los técnicos estaban en sus casas con lo que los protocolos y burocracias llevaban menos tiempo, que se dedicaba más a los chicos.
Algunos que estaban en situación difícil con las drogas lo han resuelto temporalmente. Han estado con menos miedos porque estábamos acompañados más individualmente. La conclusión no es que están mejor encerrados. Es que el daño normalmente viene de fuera, de quienes se aprovechan de sus debilidades. Ellos pagan con su vida frecuentemente abusos sufridos de adultos.
Buscamos que consigan resiliencia y empoderamiento, pero la corriente social es demasiado fuerte y los arrastra. Se les castiga cuando en realidad son víctimas.
No vale encerrarlos de por vida. Antes o después tienen que conseguir una integración social.
Está demostrado para mí su buena, bonita y pura naturaleza prostituida por circunstancias adversas ajenas a ellos y ellas que les dejan secuelas emocionales de dependencia.
Los acomodados le damos la vuelta a todo, con COVID o sin él nos creemos que tenemos más mérito para tener más oportunidades.
Los plásticos vuelven a inundar los mares, los coches las carreteras, las drogas las calles y los suspensos las aulas.
No soy negativo porque sé de qué lado estoy. Tengo la suerte de compartir mi vida y la de mi familia, con estos chicos y chicas excepcionales aunque no logren en algunos casos equilibrar la balanza de sus vidas en una existencia aparentemente predeterminada.
Hemos descubierto que no necesitábamos comprar tantas cosas materiales, puede que hayamos valorado alguna situación más íntima. Pero este día que se supone recuperamos libertad, también aumenta el riesgo.