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Si se preocupasen más por defenderla que por pasearla, no habría Bárcenas, ni Rato, ni M.Rajoy.
Si les asustara más que esté en alquiler permanente, a cambio de comisiones en la Jefatura del Estado, no habría sobresaltos, ni indignación, ni desencanto.
Si la amaran, en lugar de pregonarla, aceptarían y respetarían voluntades, urnas y opiniones contrarias.
Si no la usaran como arma arrojadiza, no habría miedo a verla en el lateral de una mascarilla (mascarada, en sus caras).
Si en sus muñecas no significara lo que representa, habría bandera y no añoranza de unidad de destino en lo universal. Aunque no acepten lo que es la unidad no impuesta; aunque no permitan el destino elegido con libertad; aunque su universo se reduzca a una banderita de pachanga y cacerolada.