OPINIóN
Actualizado 03/06/2020
José Amador Martín

Esta ciudad, la escrita y dibujada en el tiempo y en el espacio, es un fragmento de la persistencia insoslayable de lo que el hombre crea en su devenir humano. El tema del paso del tiempo, deja en nuestra memoria la apariencia y la esencia de lo vivido: Las imágenes de lo real, quedan, incluso, como fragmentos de la realidad colgados en las paredes o entre las páginas de los libros cuando aquella ciudad, la vivida, se hace recuerdo y pasión.

El Lenguaje Gráfico sustituye lo que fue realidad, para proponernos lo real como un camino imaginario que recorremos como si de un juego se tratara en el que a veces, quisiéramos perdernos varias jugadas para permanecer en la existencia de lo que nos pertenece o nos perteneció algún día. La realidad, arbitrariamente, es creada por el hombre diseñando un sistema de relaciones y de sueños que activan la existencia de las cosas a partir de su reconocimiento en el mundo; por eso las cosas no son nada hasta que alguien no las hace fragmento de su mirada.

En el silencio están las palabras y las imágenes, son punto de partida para la sensibilidad ante el mundo. La distancia que asume el yo poético del poeta palabra escrita o imagen poética, narra fría y linealmente la vida de las calles y plazas, de tantas historias como personas que habitan los espacios por ellos delimitados. La ciudad así se muestra directamente y la imagen que nos deja es lo que importa.

El hombre mira la ciudad y recuerda las muchas veces que la ha visto, desde la atalaya de sus sueños, las aves bajan, aleteando para posarse sobre las piedras inertes de sus edificios. El hombre sigue mirando busca en el interior de la ciudad, aquellas imágenes no siempre visibles, pero que atrapan para sí su memoria de la seducción que le produjo su existencia.

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